El escultor [WαngXiαn]

CAPÍTULO 3: DE ESPOSAS Y HOMBRES

Para la inmensa sorpresa de Wei Wuxian, Lan Wangji regresa, de hecho. No está seguro de por qué está tan asombrado, teniendo en cuenta que sólo se conocen desde hace un día y que Lan Wangji es claramente un tipo de persona muy estable y confiable, pero aún así.

Se pasó toda la noche pensando en la forma en que Lan Wangji se había puesto tan nervioso sólo con pensar en desvestirse para él en algún momento indefinido del futuro y había pensado con seguridad que no volvería a ver al hombre, ni siquiera de pasada.

—¡Has vuelto! —es la exclamación increíblemente suave y nada grosera que sale de su boca cuando Lan Wangji entra en el estudio en punto de las 9:30 de la mañana del miércoles, como había prometido, y Lan Wangji se detiene a mitad de quitarse el sombrero para mirarlo.

—¿No debería?

—¡No, no, no, no es eso lo que quería decir! —Wei Wuxian se ríe para obligar a las mariposas a dejar de revolotear en su estómago—. Yo sólo... ah, no importa, estás aquí y me alegro de ello. Ponte cómodo, Lan Wangji, ¡tenemos otro largo día de bocetos por delante!—

Lan Wangji le mira dubitativo un momento más, antes de seguir quitándose todas las capas exteriores que le hacen parecer tan estirado; y Wei Wuxian le observa sin pudor cuando se desliza fuera del saco de su traje —hoy de color gris paloma— y retira su largo cabello oscuro como el azabache del cuello de la camisa con un elegante movimiento, pasándolo sobre los hombros para que caiga por su espalda. Hoy ha prescindido del chaleco y de los tirantes y su camisa parece un poco más holgada, piensa Wei Wuxian, mientras lo observa arremangarse con la misma pulcritud que el día anterior.

—¿Qué te parece recostarte un poco hoy? —pregunta cuando Lan Wangji está más cómodamente vestido y se dirige al banco de nuevo—. No hace falta que lo hagas si no quieres, todavía estoy trabajando para conocerte, más que en la comisión, pero tenlo en cuenta, ¿de acuerdo?.

—Mn —Lan Wangji se acomoda de nuevo en el banco, aunque afortunadamente no en una postura tan rígida como la que había adoptado ayer. Wei Wuxian le había dibujado así unas cuantas veces, centrándose a veces en los detalles —como los contornos casi ocultos de sus músculos o la forma en que su cabello cae tan perfectamente detrás de sus hombros— y a veces en él como un todo, cada una de sus encantadoras y perfectas líneas, creando una figura tan elegante. Pero hoy le gustaría un poco más de movimiento. Más interés visual. (Más razones para mirar.)

Sin embargo, Wei Wuxian cae rápidamente en su familiar patrón de bocetos de tipo comercial, la belleza de Lan Wangji no es suficiente para distraerlo por completo una vez que entra en su ritmo, sus ojos vagan entre su modelo sentado tan quieto que bien podría ser una estatua ya y los bocetos sueltos del mismo, cobrando vida bajo las manos de Wei Wuxian.

No hablan mientras trabaja y a Wei Wuxian no le importa. El silencio es agradable, al menos en lo que a él respecta, y ya sabe que Lan Wangji es un hombre de pocas palabras, incluso cuando tienen una conversación. Se entretiene un rato pensando en cómo deben ser las lecciones de Lan Wangji: ¿se sienta en la parte delantera de la clase y mira fijamente a sus pobres alumnos con sus ojos de halcón? ¿Se apasiona por su materia, gesticulando con sus hermosas manos mientras traduce los grandes clásicos?

Wei Wuxian se pierde en sus pensamientos mientras dibuja la mano de Lan Wangji, colocada justo delante de su rostro, la punta de su dedo índice presionada suavemente, como un susurro contra la curva aterciopelada de su labio inferior, el resto de sus dedos enroscados relajadamente y sueltos hacia su palma. Sigue sentado, pero se inclina ligeramente, con el codo apoyado en el brazo del banco y la mano colocada de forma tan tentadora, tan delicada, delante de su boca...