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—Doy gracias a Dios.

Doy gracias a Dios todos los días por permitirme abrir los ojos, por permitirme poner los pies en el suelo y usar mis manos para empujarme fuera de la cama.
Para mi esposa que me sostiene en la noche, para mi hijo que me sonríe por las mañanas, por el café que aviva mis sentidos y el pan que me llena el estómago, por esos días difíciles que me recuerdan los bueno que puede ser.
A los 89 cerraré los ojos y agradeceré a Dios por última vez, por el bendito descanso. Así Dios me tendrá en su gloria.

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