Celda

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No quería dejarla, pero los gritos de la madre Margaret me obligaron a rosar los labios de Jane por última vez para después correr hasta perderme en el camino, estaba huyendo y me odiaba por eso, aunque para ser sincera ella era la única razón por la que aún no me iba de ese maldito convento.

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–Dios mío ¿Estás bien?, escuché lo que le sucedió al convento, enviaron a todas las niñas de vuelta a sus hogares pero al parecer una murió, tú nombre aparecía en la noticia, no he podido leer bien el periódico, Michael no lo suelta por nada del mundo hasta que resuelve toda la hoja de ejercicios

–¿Él es Michael?

Pregunté mientras veía al hombre sumido en responder el crucigrama del periódico, Nancy me lo había descrito, además era el único hombre en el lugar así que suponía que era fácil saber que mi pregunta en realidad era para desviarme de su pregunta.

–Si, lo dejaron ir, debe tomar calmantes todo el tiempo y mantener su mente activa pero ahora que es consiente de su enfermedad es más fácil que él mismo note cuando se trata de una mala pasada de su imaginación.

–Me alegro... Me da gusto que estés en casa Michael.

–Hace poco hubo una fuga en el hospital psiquiátrico, quizás no te llegó la noticia pero tu hermano esta suelto y sé que han pasado muchas cosas pero... ¡Michael! ¿Qué haces con eso?

Ninguna de las dos había notado cuando él se había levantado de la mesa, miré el periódico y entendí porque ahora había un arma apuntando a mi cabeza, la hermana Margaret como la constante patada en mi trasero que solía ser había emitido un boletín para hacerme responsable por el asesinato dee Jane, y no podía estar más de acuerdo con lo que me estaba sucediendo, incluso había pensado en ir a entregarme pero no sabía si la muerte de Jane se había vuelto un caso, así que terminar con una bala en la cabeza también funcionaba.

–¡Ella es una asesina! ¡Nancy! ¿Por qué la dejaste entrar?

–Porque es solo una niña Michael, mírala no sería capaz de hacernos daño, baja el arma la estas asustando... Me estas asustando.

–Es peligrosa

–No Michael tiene dieciséis años... Solo dieciséis, ¿Recuerdas cuando teníamos esa edad? Tú me invitaste al baile que se organizaba en la plaza del pueblo todos los años.

–Tú me dijiste que era una tontería, aunque en realidad solo era una excusa para no admitir...

–Que tengo dos pies izquierdos

–Que tienes dos pies izquierdos

–Pasamos la noche en el granero abandonado de la granja de los Greenwood, y ahí tú me enseñaste a bailar... Eramos buenos chicos, ella también lo es

Nancy había logrado quitarle el arma a su esposo, aún no entendía si estaba agradecida o decepcionada, pero Michael volvió a sentarse parecía más lúcido que un momento atrás.

–¿Qué sucedió?

–El lugar se incendió y ella no pudo salir a tiempo

–¿Por qué te culpan a ti?

–No era la oveja más aplicada del rebaño y fui la última en verla

Mi interrogatorio siguió, no me hizo sentir mejor en absoluto, pero Nancy insistió en que me quedara a merendar, después de eso caminé por todo Dallas hasta que encontré a un oficial, sentía las lágrimas amenazando con salir, hablar de todo lo que había sucedido con Nancy y su esposo había sido difícil, pero en realidad nunca había tenido problemas para tomar mis sentimientos y pedirles que se callaran hasta que tuviera tiempo de atenderlos, así que después de respirar profundo toque con un dedo la espalda del oficial.

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