RAZON PARA MORIR #97

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Antes de ser cadáver, tú y yo volvemos a posar nuestra miseria en el mismo camino donde alguna vez la soledad se encargó de construir el amor más horrendo. Todos estos años sin ti, sin los paseos por las calles por donde las prostitutas santificaban a sus amantes, sin tu perfume que disimulaba en algo mi asco de la vida. Pero aquí estoy, con el luto de siempre en el corazón, intentando sacar los recuerdos para volcarlos hacia ti.

Por ahora dejaré a un lado la poesía con la que muchas veces decoraba tu lado marchito, simplemente me limitaré a encauzar las palabras para que no resbalen y no sientan compasión de tus lágrimas.

La luz que ves en mis ojos sólo es el reflejo de tu adiós que sigue doliendo, más atrás yace la oscuridad, esa que siempre me condujo por encima de todos los desgraciados que pasaron por tu cama. Al fin y al cabo mi desprecio hacia la sociedad y mis funestos pensamientos fueron los que te cautivaron, más allá de eso estoy convencido que te hice feliz en cuerpo y en alma pues únicamente a mi lado sacabas a relucir tus sentimientos más enfermos.

La noche en que te fuiste se abrió ente mis pies un cementerio de ilusiones muertas. Todas las promesas vi podrirse entre gusanos hambrientos que me volcaban al sufrimiento y sin embargo jamás puse rocas sobre tu nombre, jamás maldije tu existencia y tampoco me arrepentí por amarte como a nadie en este mundo, pues en el fondo guardaba la esperanza de volver a sentir tus labios en mis heridas.

Tu despedida fue un pretexto para separarme definitivamente del mundo y cortar lazos con la realidad. Me entregué a esa locura que desde niño me había perseguido. Llegué a la conclusión de que nunca sería como los idiotas.
Desde aquel día han pasado ya diez años, tiempo en el cual he sabido usar bien la máscara para enfrentarme a las obligaciones de la vida.

Cada mañana salgo a contribuir con la bajeza de las personas, finjo una sonrisa y pronuncio el mejor discurso de optimismo aunque en el fondo mi alma se desbarate. Me mezclo con personas que sin conocerlas ya las desprecio. Al caer la tarde vuelvo a mi hogar que asemeja la calidez de un ataúd, únicamente ahí puedo ser yo mismo con mi melancolía.

No niego que muchas veces caigo en profundas depresiones y que aun no comprendo cómo consigo levantarme, pero así soy yo, lleno de una angustia vital que tarde o temprano me hará desaparecer.

La caricia que ahora te brindo es un simple homenaje a la ironía, a esa de encontrarte cerca de mi ocaso y dispuesta a escuchar la última letanía que solloza por ti.

Mientras suspiras te llevas a la boca el vaso cargado de ron y aprietas mi mano como la primera vez cuando nos emborrachamos. Sé que después de este momento no existirá otro para los dos, pero yo que siempre he sembrado en lo prohibido, esta vez no iré tan lejos. Prefiero este sitio infestado de alcohol y cigarrillo antes que una cama con sabanas de seda para servirnos de nuestros instintos.

Sí te volviera a hacer mía, sólo sería en la consciencia y por ende en la memoria. Porque podrás lavar la inmundicia con agua y jabón pero a las malditas palabras jamás conseguirás desaparecer.

nos esperan y no está en mis planes verte desnuda, sólo quiero sacar del pecho los recursos maliciosos que una vez me encadenaron a ti, sacar la hiedra venenosa que ajusta a mi corazón y luego desaparecer para siempre, además la única patria que poseo es el destierro y los senderos por donde forjo mis huellas son tan oscos que nadie se atrevería a seguirme. ¿O tal vez tú que te reconfortabas con mis sombras?

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