Hacía ya varios años atrás que Clint Barton había renunciado a la idea del amor. Si, lo había intentando un par de veces, y en todas ellas había fallado y terminado por lastimar a la persona de la que, decía, solía estar enamorado. ¿Cómo podría llamarle amor al acto de dañar al otro? él ya no quería eso, ya no quería ser el responsable del sufrimiento de sus seres queridos.
Primero sucedió con Natasha Romanoff, se enamoró perdidamente de ella en el momento exacto en que la conoció, pero la relación no funcionó. Se volvieron demasiado tóxicos para con el otro, utilizando su amor en su contra, reclamando situaciones insostenibles y esforzándose por mantener a flote una relación que representaba más un obstáculo que un privilegio, porque si, Barton consideraba a los noviazgos como si se tratasen de un privilegio muy difícil de conseguir. A los pocos años se vieron obligados a ponerle fin, continuar como amigos para evitar acabar como enemigos. Clint estuvo bien con ello, creyó que nunca más sería capaz de enamorarse de alguien más. Creyó que, así, jamás tendría que volver a atravesar el dolor que representaba un corazón roto.
Pero luego la conoció a ella, a Barbara Morse. La agente Mockingbird se metió en su vida sin que él se diera cuenta. Iniciaron como compañeros de trabajo dentro de la agencia, poco después llegaron a considerarse buenos amigos y, para sorpresa tanto de toda la organización como de ellos mismos, se saltaron el paso de los mejores amigos y se convirtieron rápidamente en pareja. Duraron muchos años como tal, los suficientes para decidir dar el paso final, contraer matrimonio. Aquel fue el inicio de su quiebre, los problemas y discusiones fueron apareciendo con el tiempo, cada día más irreparables, abriendo una brecha dentro de aquel sano matrimonio. Una brecha que Clint no supo como transitar. Se encerró en su propio mundo, demasiado asustado de salir y darse cuenta que se encontraba perdiendo para siempre a su esposa. Apenas unos cuatro años luego de haberse casado fue que firmó los papeles del divorcio. Aquella experiencia, siendo esposo de alguien más, lo transformó para siempre: él no servía como pareja de alguien, era una bomba de tiempo destinada a estallar y llevarse consigo a todo aquel que se encontrara cerca. No podía arriesgarse a dañar a nadie más.
Pero falló nuevamente. Se encariñó con Jessica Drew, se enamoró de ella. Sin embargo, en esta ocasión, no le permitió llegar a algo serio, pues él le temía al compromiso y nada quería saber acerca de relaciones formales. Se convirtieron en amigos con derechos, se ató a ella en una forma distinta a la habitual. Pero también terminó por lastimarla, demasiado egoísta como para pensar en ella en lugar de en él. Intentó protegerla y, en el proceso, olvidó que Drew también poseía sentimientos. ¿Quién le hubiese advertido que, mientras él la consideraba una simple aventura, ella lo consideraba el amor de su vida y pareja estable? ambos se encontraron transitando distintos caminos y, empero, acabaron en el mismo destino: el dolor de extrañar algo que jamás ocurrió. Pusieron punto final a aquello y se distanciaron notablemente.
Obviamente no ayudó que, en la mitad de aquel drama anterior, Barton se hubiese acostado con una completa desconocida a cambio de un auto. Y no solo eso, Barton también se encariñó con ella, Penny, la pelirroja anclada a la mafia que lo único que le trajo fueron problemas. ¿Valdrá la pena destaca que acabó preso por culpa de ella? No, no lo valía, así como tampoco aquella relación la cual ni siquiera inicio pero, de todos modos, acabó poniéndole fin él mismo. La primera ocasión en la que el final lo ponía él y no el otro y, sin embargo, dolía igual o peor que en las relaciones anteriores.
Desde entonces decidió rendirse a la idea del amor. Se aferró a su perro tuerto fan de la pizza pues, ¿quién necesitaba pareja cuando tenía una mascota? ¿quién necesitaba besos y abrazos reconfortantes cuando tenía saliva y pelo de perro? con aquella miserable y triste idea en mente fue que logró sobrevivir los siguientes años. Pero se encontraba solo, demasiado solo. A veces creía que no lograría resistirlo más, que aquel sentimiento de soledad terminaría por consumirlo y llevarlo a realizar algún tipo de locura. Él no era bueno estando solo.
