Se aproximaba el cumpleaños de Bruce Banner y, su esposo junto a sus hijos, planeaban una gran fiesta para celebrarlo junto al científico.
Este último se encontraba falsamente atrapado por un eufórico Tony Stark, quien aseguraba necesitar la ayuda de su mejor amigo para uno de sus proyectos. Una clara mentira para mantenerlo alejado de casa y del plan de la familia Barton.
Incluso la pareja del genio, Strange, acudió en ayuda del arquero, junto a su pequeña hija Morgan y su mejor amiga Pepper Pots.
La sala se encontraba exageradamente decorada, cortesía de Nathaniel y Morgan, por serpentinas verdes brillantes y demasiado confeti. A regañadientes Clint se encargaba de inflar decenas de globos coloridos, a pedido de Lila, para agregar al lugar. Aunque su método no parecía ser tan convencional.
—¿Barton? —pregunta Stephen, confundido y descolocado ante las acciones del rubio —¿qué estas haciendo?
—¿Inflando... globos? —responde el susodicho, incapaz de comprender la absurda pregunta de su amigo.
—Claro, pero me refiero a después de eso. ¿Qué haces con Lila?
—¿Oh, te refieres a esto? —frota uno de los tantos globos sobre el cabello de su hija, generando estática —lo aprendí durante mi época en el circo. No gastaré mi dinero en helio — y, entonces, sonríe con inocencia, antes de estirarse cuan alto era y dejar que el globo se pegase al techo —Vamos, Strange, tú eres el mago aquí.
—No se qué cosas te ha dicho Tony, pero yo no soy esa clase de mago. Soy un hechicero... —tuvo que frenarse a sí mismo cuando su hija le ofrece un largo globo de color rojo. Su respuesta muere mientras se las ingenia para armar un conejo.
A lo lejos Pepper ríe. Ella se encuentra cocinando un pastel junto a Cooper. Lucky ronda cerca del lugar, tratando de ganarse algo de las sobras.
Y luego el celular del arquero comienza a sonar repentinamente, sobresaltando a más de uno al ritmo de Elastic Heart de Sia.
—Lila, ya hemos hablado sobre tocar mis cosas —acusa el más alto, despeinando aún más a su hija cuando la nota sonreír. Segundos después responde la llamada, es su esposo —¿qué ocurre, Brucie?
—Buenos días a ti también, Clint —es lo primero que escucha de parte del pelinegro, el de ojos azules sonríe —solo quería saber cómo estabas cuidando de nuestras tres bestias.
Barton no podía decirle que estaba siendo ayudado por Strange y Potts, tampoco podía decirle que todo estaba fenomenal, eso levantaría varias sospechas.
Joder, estaba tardando en responder. Eso alarmaría a Banner.
—Estamos bien amor, ¿y tú cómo andas cuidando de Stark? —pregunta con burla, como si su esposo estuviese en el laboratorio de Tony trabajando de niñera y no de científico.
—Estamos bien, le he obligado a comer y dejar tanto café. Tampoco ha tocado el alcohol. Yo creo que podré regresar a casa hoy en la noche.
—Te estaremos esperando entonces... no permitas que Tony acabe con tu paciencia... o fabrique cosas peligrosas.
—No lo haré, promesa... y ¿Clint? mándame fotos de los niños, por favor.
Lo último que escucha Banner, antes de colgar la llamada, es la fuerte risa del arquero. Ambos conocen perfectamente el motivo: hace ya unos cuatro años atrás Barton había tenido la grandiosa idea de mentirle a Bruce acerca de sus hijos, asegurando que Cooper se encontraba jugando en casa, cuando en realidad lo había perdido hace media hora atrás. Banner solo supo que mentía porque resultó que el hijo mayor de los Barton-Banner se había escapado a la casa de Peter Parker y, este último, le notificó al pelinegro sobre su paradero. Desde entonces Bruce siempre pide pruebas sólidas que le aseguren que sus pequeños están sanos y salvos.
