Primera visita

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-Mamá, ya te dije mil veces que esto no es necesario

-Y yo ya te dije mil veces que lo vas a hacer quieras o no

Como por décima vez, mi madre me había traído a un psicólogo para resolver mis "problemas de socialización"; yo le había dicho muchas veces que no lo necesitaba, que estaba bien, pero ella insistía en tener que hacerlo.

Yo odio a los psicólogos, lo único que hacen es manipularte con sus palabras elaboradas para que les cuentes tu vida y al final solo te dan unas gotas que asegún ellos ayudará a solucionar el problema de a pocos, cuando estoy más que seguro de que es pura agua con perfume, además, siempre es lo mismo, llegas, te dejan en una sala de espera con colores claros y aburridos, si no es que hasta deprimentes, como por media hora, para que al final solo estén con una plática incomoda sin llegar a ningún lado una hora más.

Entramos al establecimiento y yo estaba preparado para ver la rutina de siempre, pero me sorprendí al ver un panorama completamente distinto a lo que esperaba. Lo primero que vi sí fue la sala de espera, pero no era como lo habitual, esta era muy colorida, al centro había unos sillones y un puf, el suelo era completamente de alfombra y cada pared tenía un decorado distinto, la que estaba a mi derecha tenia pintado un acuario con varios tipos de peces y colores, la de enfrente tenía varias imágenes esparcidas de una manera en las que no se vieran tan desordenadas ni tan acomodadas, de modo que se pudieran ver cada una de ellas, la pared de mi izquierda era completamente negra con algunas palabras y frases en color blanco, y la cuarta pared solo estaba a la mitad ya que ahí empezaban unas escaleras que llevaban a la planta superior, pero aún así tenía de decoración unas enredaderas con flores pintadas.

Mi madre y yo nos sentamos en uno de los sillones a esperar a que nos llamaran o algo parecido y ahí fue donde me di cuenta de que no estábamos del todo solos. Una chica con los ojos cerrados estaba en el sillón que estaba del lado de la pared con escaleras, ella no estaba del todo sentada, si no que estaba acostada con su cabeza colgando y sus pies descalzos mirando hacia el techo. La observe unos segundos extrañado por su forma de estar en un sillón, pero luego abrió los ojos para después verme fijamente. Me miró unos segundos para analizarme o algo parecido para después sonreír, qué linda sonrisa, pensé, pero salí de mis pensamientos al ver que dejaba caer sus pies para dar una clase de maroma y así poder pararse. Una vez se logró incorporar, se arregló un poco el cabello y volteo a verme.

-Hola, tú debes ser el paciente de las 6, mucho gusto soy...

-Lo siento niña pero el que seamos o no los que citaron a las 6 no es de tu incumbencia.

Mi madre la interrumpió antes de que pudiera presentarse, qué pena, yo quería saber su nombre.

-Mamá, podrías intentar ser un poco más amable al menos.

Le reproché, pero al parecer le importó muy poco lo que le dijera.

-Amm, lo siento señora, solo quería presentarme antes de...

La volvió a interrumpir y con cada palabra que decía yo me sentía cada vez más avergonzado, Dios ¿por qué no me tocó una madre más linda con la gente?

-Si quieres presentar a alguien, que sea a la doctora, que nos está esperando, gracias.

Agaché mi cara para taparla con mis manos esperando a que la chica se enojara y nos corrieran del lugar, pero nunca pasó, alcé mi cara mientras la destapaba lentamente y, para mi sorpresa, ella no estaba enojada, al contrario, aún tenía una sonrisa. La miré un poco sorprendido mientras la analizaba buscando el más mínimo indicio de que su sonrisa era falsa, pero no encontré nada. Lo que había dicho mi madre al parecer no le había molestado en lo más mínimo.

Sombras en mi menteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora