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―mierda, voy a reprobar química ―me quejo despeinándome los rizos y bufando con molestia.

―no has hecho ni el huevo en todo el curso, macho, ¿qué esperabas? ―se burla mark a mi lado, provocando las risas del resto del equipo.

―joder, es que no me entero de una mierda ―replico, llevándome una patata a la boca y masticando groseramente. ―y encima ahora la vieja nos ha puesto un proyecto como trabajo de final de curso que supone la mitad de la nota, si tan solo supiera por dónde empezar...

―pídele ayuda a kim ―propone sungchan, encogiéndose de hombros como si esa fuera la solución más lógica.

me giro hacia él con la boca abierta con sorpresa, incapaz de creerme lo que acababa de pronunciar. ¿lo ha dicho en serio? parece percatarse de mi mirada y de la incredulidad en mis facciones, pues frunce el ceño con molestia y añade:

―¿qué? a mí me salvó matemáticas el año pasado.

―yo saqué un diez en el ensayo de literatura gracias a él ―complementa yukhei y, uno a uno, van enumerando las veces en las que el ojimiel les ha echado una mano con sus estudios.

―bien, bien ―les interrumpo, abrumado con tanta información. ―luego iré a hablar con él.

―yo que tú me daba prisa ―vuelve a intervenir mark. ―fin de curso se acerca y todo el mundo irá a contratar sus servicios.

su último comentario me deja pensativo. dejando de lado que ha sonado fatal, como si de una prostituta se tratara, me ha hecho reflexionar. está claro que no va a hacer los trabajos de los demás gratis, algún precio debe poner, pero si está tan solicitado como mis compañeros dicen, probablemente sea desorbitado.

―¿cobra mucho? ―les pido con algo de temor, deseando que la respuesta sea que no. ―mis padres me han retirado la paga otra vez por no llevar ni un solo aprobado.

―nunca pide dinero a cambio, su familia es asquerosamente rica ―responde en esa ocasión yangyang, sonriendo de una manera que me da mala espina. ―a cada uno le pide una cosa diferente, ya nos contarás qué precio te pone a ti.

estoy a punto de preguntar qué fue lo que les reclamó a ellos cuando el timbre que indica el final del almuerzo suena, obligándonos a levantarnos de la mesa e ir hacia clases. el resto del día lo paso dándole vueltas al consejo del equipo, sopesando los pros y los contras de hacer que alguien más me haga el trabajo. soy plenamente consciente de que yo solo no lo voy a sacar, pero el tema del cobro del favor me tiene algo preocupado.

decido no darle pensar más en eso hasta que no haya hablado con el joven en cuestión, quizás estoy sacando las cosas de contexto. tras finalizar el periodo lectivo voy en su busca, siguiendo las indicaciones que me llevan a la biblioteca. he de admitir que es la primera vez que estoy en este ala del instituto y me siento algo extraño, fuera de mi zona de confort.

hay bastantes más personas aquí de las que creía en un principio, por lo que tengo que pasearme mesa por mesa en busca de esa cabellera castaña tan característica. lo encuentro casi al final de la estancia, rodeado de una enorme pila de libros, su portátil y varios papeles esparcidos frente suyo.

―kim ―lo llamo en un susurro, no queriendo molestar al resto de estudiantes.

este levanta la cabeza de inmediato, observándome con sus intensos orbes celestes por encima de la montura negra de sus gafas. no disimula ni un atisbo la sorpresa por encontrarme parado frente a él, pues una de sus cejas se arquea hasta perderse bajo su flequillo.

―lee, ¿cómo tú por aquí? ―inquiere enderezándose en la silla y cruzando sus brazos en su pecho.

―mmm... bueno, quería pedirte un favor ―ahora ambas cejas se alzan con incredulidad. ―es decir, los chicos me han comentado que sueles echar una mano en los trabajos de la gente y...

―¿cuál quieres que te haga? ―interrumpe mi maltrecho discurso con una sonrisa divertida.

―el proyecto de química, necesito un 10 para salvar el curso ―respondo, hundiendo mis hombros con pesar.

―uf, te va a salir caro ―resopla, tensándome por completo ante sus palabras.

―no tengo mucho dinero... ―empiezo a decir, pero me calla de nuevo alzando una mano.

―no quiero tu dinero, lee ―niega con la cabeza, inclinándose de nuevo hacia delante y observándome fijamente.

―entonces, ¿qué quieres a cambio? ―pregunto con algo de temor.

sus ojos me escanean de pies a cabeza con minuciosidad, no dejando ni un solo centímetro de mi cuerpo sin analizar. una de las comisuras de su boca se va ladeando lentamente, esbozando una sonrisa pícara que me produce un escalofrío.

―orgasmos ―responde al final, congelándome en el sitio. 

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