Capítulo 4.
Resurgí de las trascendentes tinieblas al amanecer. Mi cuerpo quedaba cubierto por una fina capa de sudor frío y solo unos instantes después fui capaz de retomar la respiración. Apoyé mi cabeza sobre ambas manos y me esforcé por no derramar una sola lágrima.
Inspiré tomando hondas bocanadas de aire y expiré lentamente notando como la tensión soportada durante la noche se descargaba paulatinamente.
Cuando abrí los ojos los primeros rayos de sol se abrían paso por el gran ventanal que cubría al menos dos tercios de la pared justo en frente de mi camilla, una pena que al otro lado no hubiese un verde prado con un rebaño pastando como en las películas, tan solo un bloque con un par de ventanas semejantes a las de nuestro cuarto cubrían lo que podría a ver llegado a ser una bonita vista.
Al detenerme en Adam me sorprendió ver que había alguien más a su lado; un chico joven descansaba en una butaca al lado de su cama. Ambos aparentaban la misma edad, aunque era incapaz de señalar con certeza diría que no rondaban más de los dieciocho. El otro chico se mostraba profundamente dormido recostado hacia la derecha y apoyando su cabeza suavemente sobre su brazo. Su pelo cobrizo adquiría un brillo especial gracias al sutil brillo del sol sobre éste, su cabellera formaba una curiosa combinación con sus pobladas cejas oscuras. Sin embargo no fue ni su brillante cabello ni sus cejas lo que me llamaron la atención de este chico, sino el peculiar rastro de pecas que cubría delicadamente parte de su nariz y sus pómulos. Por muy increíble que sonara era la primera vez que veía un chico con aquel llameante cabello, cejas de un marrón impenetrable y unas terriblemente indiscretas pecas, era una combinación explosiva y fascinante. Incluso su aspecto al dormir, tan apacible y sereno, despertaba mi interés.
Tan sólo al bajar desde sus finas pestañas, deslizar la mirada por el moteado puente de su redondeada nariz hasta sus rosados labios me cercioré de que acababa de romper mi regla de los diez segundos.
Me maldije interiormente por haber sido tan insensata y aparté la mirada. Me levanté furiosa, no estaba dispuesta a pasar una noche más en aquel lugar. Me arrastré con cautela al igual que el día anterior y avancé a un ritmo desesperadamente lento retorciéndome de dolor.
—Ey, espera —vociferó alguien a mis espaldas. Me paré en seco y giré la cabeza en dirección a aquella ronca, áspera voz. De pronto me sorprendí a mi misma contemplando unos profundos ojos grisáceos. —. ¿Dónde vas?
El joven que, hace apenas unos segundos, descansaba cual ángel recién caído del cielo se puso en pie desperezándose y me miró interrogante.
E de admitir que su pregunta me pilló de improvisto y puesto que no iba a sincerarme con un completo desconocido me encogí de hombros inocentemente.
—Voy a llamar a un médico —mentí procurando una total naturalidad en mi respuesta. Reaccionó con mi voz curvando una sonrisa entretenida.
— ¿Por qué será que no te creo? —inquirió ladeando levemente su cabeza. Apreté los labios al comprobar cómo se acercaba con pasos vacilantes, su ceja alzada y su sonrisa provocativa. Sospechaba que mi intento de evadirme de aquella cuestión no iba a ser tan fácil como cabría esperar.
— ¿Qué iba a hacer sino? —pregunté haciéndome la desentendida. Bajé la mirada hacia mis manos jugueteando nerviosamente con mis dedos evitando así la penetrante mirada de aquel chico.
— Hm, en ese caso, déjame ayudarte — ofreció formando una sonrisa maliciosa quedando justo en frente mío. Su imponente altura me obligó a alzar la cabeza a la vez que su incómoda cercanía empezaba a provocarme un cierto nerviosismo que traté de ocultar frunciendo el ceño.
— ¿Por qué iba a necesitar tu ayuda? —inquirí algo molesta balanceando mi peso de una pierna a otra.
—Pareces algo indispuesta —dijo encogiéndose de hombros con desinterés señalando mis escayolas con simple gesto de cabeza.
Alcé una ceja algo perpleja.
Por otra parte no era la primera vez que trataba con un chico que pretendía socorrer a la frágil dama en apuros con su patéticaactitud heroica de príncipe azul. Si pensaba intimidarme o tan siquiera que cayese rendida a sus pies estaba claro que aquel novato no sabía con quien se estaba metiendo.
—No vas a conseguir nada con esa actitud de chico sabelotodo si es eso lo que pretendes —declaré tajante—. He tratado con más como tú. No me da miedo enfrentarme a nada ni a nadie.
Contuvo su contacto visual intentando distinguir algún signo de debilidad por mi parte. Lamentándolo mucho no iba a darle ese gusto.
Por un instante bajó la mirada en silencio. Mis labios formaron una sonrisa victoriosa al haber dejado a aquel chico sin palabras. Sin embargo, había algo extraño en sus penetrantes ojos grisáceos. De pronto su sonrisa de triunfador me dejó algo descolocada.
—Tú misma —Me examinó de arriba abajo como si fuera un maldito maniquí de escaparate y antes de que pudiese decir una sola palabra más alguien carraspeó a mis espaldas.
Dichosa suerte la mía. Pensé sarcástica rodando los ojos.
**
Hola de nuevo,
Siento haber estado algo inactiva pero ya estamos entrando en la última etapa de fin de curso y los profesores, igual que a todos, nos fríen a exámenes :/
De todos modos espero que os guste el capítulo y que llegue pronto el veranito que ya hace falta.
+COMENTAD
+VOTAD
Besos
livcaat
ESTÁS LEYENDO
Simplemente Charlie.
Ficção AdolescenteCharlotte Blackburn es una adolescente como otra cualquiera. Emprendedora y autoexigente intenta ser admitida en el codicioso club de atletismo de la universidad que implica dar el máximo de uno mismo en cada momento. ¿Qué ocurre cuando una persona...