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[POV.Chūya]
UNA MISIÓN NORMAL y sencilla para mí, nada del otro mundo. Había obtenido la información que se me pidió antes de que la agencia la obtuviera (son unos entrometidos).
Iba salir de aquella sala asta que me fui rodeado de una nube de humo, por instinto tapé mi nariz y boca evitando respirar el humo posiblemente tóxico.
──Mierda ──susurré para no ser escuchado.
Mire a mis alrededores, por el humo muy apenas y podía ver algunas cosas, cosas que extrañamente se distorsionaban o se cambiaban por otras, llegué a pensar de la posibilidad de que haya llegado a respirar el humo; mis párpados empezaron a sentirse pesados, me empezó a dar mucho sueño y sentía mi cuerpo débil y sin energía.
──Cambio de realidad.
Fue lo último que llegué a escuchar para después ver todo negro y caer en un ligero pero profundo sueño.
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EMPECÉ A DESPERTAR de mi largó pero a la vez cortó sueño me senté en el piso y ver a los alrededores, no me encontraba en el edificio abandonado, parecía ser más una casa en mal estado, la información que había robado ya no la tenía, posiblemente se la llevaron.
Me levanté del piso pero me llegué a sentir más bajo de lo habitual, logré divisar un espejo roto de la esquina, a pasó lento me acerqué viéndome en el.
──¡¿PERO QUE MIERDA?! ──grite después de haber observando mi estado actual.
Sin duda, si Dazai me llegará a ver en esta estatura sus burlas serían largas y demasiadas pesadas.
Podía verme de unos seis años de edad, tenía mi antigua ropa pero está me quedaba demasiado grande, mi sombrero parecía tapar mayor parte de mi cabeza; Ya una vez visto mi estado actual salí de ese cuarto a explorar.
Durante mi trayecto pude ver niños que estaban en un estado lamentable y que no habían comido uno tres o cuatro días, ¿Que acaso no los alimentan?, Llegué a otro cuarto abrí la puerta viendo a una peli rosa con unos adornos en su cabeza, parecían cuernos, en ningún momento dejo de mirarme.
Se levantó del piso sacudiendo su vestido negro para después hablar.
──Orfanato. ──Fue lo que dijo mientras me miraba y abrazaba un peluche de felpa.
──¿Qué? ──pregunte con un tono confundido.
──Estas en un orfanato ──respondió sin dificultad.
──Ya veo... Así que es un orfanato ──murmuré para mí mismo mientras miraba el piso de madera, levanté mi vista viendo nuevamente a la niña. ──¿Cómo te llamas?
──Me llamo Anya.
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