Anís, que dudaba, finalmente no tuvo más remedio que dirigirse hacia la ventana cuando el sonido de los golpes se hizo más fuerte.
Pero cuando puso un dedo en el pestillo, confirmó el origen del sonido y rápidamente dio un paso hacia atrás.
—Ah, ah ah....
Pronto un fuerte grito resonó en la espaciosa habitación. Había sirvientes parados afuera de la puerta, pero nunca entraban sin las órdenes de Elle. No había nadie allí que pudiera ayudar a Anaís.
Una hermosa criatura con alas de un blanco puro, que picoteaba la ventana con su pequeño pico puntiagudo, ahora miraba hacia la habitación con la cabeza inclinada.
Los gritos se hicieron cada vez más fuertes. Anaís, que estaba gateando por el suelo llorando como si fuera un animal moribundo, ahora no podía respirar adecuadamente y cayó al suelo, temblando.
El color de los ojos redondos del ave le hizo recordar vívidamente aquel día.
El sonido de docenas de pares de alas batiéndose, plumas rozando sus mejillas y hombros. Su madre y su hermano mayor, que sangraban por todo su cuerpo mientras se sostenían su cara, y una linda ave tenía en su diminuto pico unos ojos marrones.
Y una persona que lo miraba todo con una sonrisa angelical.
Su cabeza y su cuerpo le estaban doliendo, Anaís estaba tratando de meter su gran cuerpo debajo de la cama. Por supuesto, esto no era posible, pero luchó, golpeándose contra la cama una y otra vez. No estaba en condiciones en el que pudiera pensar con normalidad.
—Sigh... uh, ah.
Un zumbido se escuchó en sus tímpanos como si estuvieran a punto de estallar. La saliva fluía a través de sus labios abiertos y su mente se le volvió confusa. Sentía su visión borrosa y una leve pérdida de su conciencia.
Fue en aquel momento en que Anaís estuvo a punto de desmayarse, sentía que el tiempo se había detenido por completo con su cuerpo sintiéndose como si flotara en el aire. El sonido de las alas batiéndose como si se tratase de un trueno, resonaba en toda la habitación.
—....!
Anaís que no podía ni gritar, solamente lloraba. No podía, solo dejó escapar un grito loco y silencioso.
El hombre rubio que rociaba migas sobre las palomas, les susurró algo a las aves sin prestar atención a aquel ruido sordo y contundente.
De una a una las aves que habían estado picoteando el pan mientras escuchaban las suaves voces, salieron volando por la ventana una a una.
—Ugh... ugh, ugh....
Anaís yacía boca abajo vomitando. La fuerza que ejercía en sus piernas se relajó y su cuerpo seguía cayéndose a un lado. La saliva que se escurría, mojaban sus mejillas por el viento.
Se podía escuchar el sonido de unos pasos. Quería darse la vuelta, pero no podía mover su cuerpo.
Anaís sollozaba como si estuviera teniendo un ataque, una mano cálida le acariciaba el hombro. No importaba qué, en este momento necesitaba calor.
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Cenicienta Gay
FantasyCeniciento estaba cansado del abuso ocasionado por su madrastra y sus hermanastros. Así que decide vengarse de ellos para obtener su final feliz. Pero esta vez no quiere a un príncipe azul de cuentos sino que quiere a su hermanastro mayor quien rec...