Introducción

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Son las 4 de la mañana. Es la tercera vez que me despierto esta noche. No debería estar tan preocupada, pero empezar en un colegio nuevo, conociendo solo a 4, bueno, mejor dicho, 2 personas, no ayuda mucho a afrontar con ganas el primer día de bachillerato. Pero bueno, llegar el primer día de clase con unas ojeras hasta los tobillos no me va a ayudar tampoco, asi que mejor me calmo e intento dormir... Por experiencia se que aunque lo intente no volveré a dormir hasta las 5, en todo el verano habré conseguido dormir del tirón un par de noches, no pierdo nada por intentarlo... Cierro los ojos y voy recordando poco a poco todo lo que he ido viviendo estos meses, hasta que por fín, me entra el sueño y consigo quedarme dormida de nuevo, con esperanzas de que todo cambie de una vez...

Desde que ese estúpido cacharro llamado despertador sonó, no he parado quieta. Los nervios no me dejan vivir. Además, que tu madre no pare de reirse porque no paras de probarte modelitos, no ayuda mucho.
-Laura cariño, te quedan bien los 21000 conjuntitos que te has puesto, quieres tranquilizarte y elegir uno de una vez. Verás que no lo pasas tan mal, en clase están Javier y esa otra chica... ¿Fátima? Si, eso era, Fátima. Estoy segura de que harás nuevos amigos enseguida, y con lo guapa que tu eres ¡Seguro que incluso te sale algún admirador!

Lo peor de todo es que hablaba en serio, pero bueno, así son las madres, ¿Qué le iba a hacer? Entorné los ojos y puse la mejor de mis sonrisas- Mamá, gracias por tus animos, pero dudo de las dos cosas, sobre todo, de la última. Y aunque haga nuevos amigos, ya sabes lo unida que estaba a mis compañeros del año pasado...

-Bueno, pues soy tu madre y estoy segura de que eres preciosa, lo que pasa es que los chicos a estas edades no saben apreciar algunas cosas... ¡¿Qué?! No me mires así... Uy! ¿Pero tú has visto la hora que es? En 5 minutos has quedado con Mario, y como no te des prisa vas a llegar tarde. Anda, dame dos besos y ve con cuidado, que ya sabes lo poco que me fio yo de los coches... Ya me cuentas todo cuando vuelvas, ¿vale?

La sonrisa de mi madre sirvió para tranquilizarme, y en algo tenía toda la razón. ¡Iba tarde!

Quiéreme...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora