Había salido de casa pitando, por fín di la esquina con la bici y allí estaba Mario. Conocía a Mario desde los 8 años. Había sido mi amor platónico cuando era una niña, pero ahora no era más que un buen amigo. La verdad es que en verano había conseguido que me ganase su confianza, aguantando mis lloreras hasta tarde y dandome buenos consejos. Es un chaval un poco idiota, pero al final cualquiera le coge cariño.

-¿Nerviosa?- Me dice despues de darme un empujon y casi tirarme de la bici. Le saco la lengua -Pues un poco, supongo que a un machote como tú, que no le teme a nada, no le asustaran unos cuantos profesores y unos empollones de nada, ¿no?

- Pues claro que no... ¿Por quién me has tomado? Yo soy un ser superior que no teme a nada. Anda, tira o llegaremos tarde. - Me dice guiñandome un ojo.

Le sigo con la bici, porque bueno, contando con que soy la persona más patosa que ha pisado la Tierra, lo mejor es que yo vaya detrás...

Cuando por fin llegamos vemos un montón de gente agrupada, hablando unos con otros, y por fín, consigo distinguir a Javier entre la multitud. Como se que con lo empanado que es, no me va a ver, aviso a Mario, y nos dirigimos juntos hacia él.

El bueno de Javier. Es tan bueno, que a veces parece tonto, y yo, como su mejor amiga, me encargo una y otra vez de recordarselo. Le doy un fuerte abrazo. Él también ha estado a mi lado en verano, bueno, y yo al suyo. Estamos bastante unidos. La verdad es que echaría de menos nuestras tradicionales tardes de verano que consistían en helado, recorrer toda la ciudad, y hablar por turnos de nuestros particulares tormentos.

La verdad es que él tenía una situación mil veces peor a la mía, pero aún así, él siempre estaba ahí para mí. Por eso le quería tanto, y en el fondo le admiraba: aunque por fuera pareciera un panolí cualquiera, era un chico muy fuerte, al que a pesar de todos sus problemas, ni si quiera había visto llorar. Yo en su misma situación, ya habría intentado pegarme un tiro, pero allí estaba él, sonriendo como sí nada.

Se nos unieron unos cuantos ex-compañeros del curso pasado, entre los que se encontraba Fatima, y estuvimos un rato charlando, hasta que por los altavoces indicaron que era la hora de ir a nuestras clases.
No conocíamos bien el colegio, asique decidimos seguir a la masa de gente que iba disminuyendo según subiamos los pisos. En un cartel leímos: 1° de Bachillerato.

Bueno, había llegado la hora. Javier, Fatima y yo ibamos a la misma clase porque habíamos elegido ciencias, Mario y los demás estaban en tecnológico, asi que nos despedimos de ellos y empezamos a observar a la gente de nuestro al rededor. Muchas chicas y pocos chicos, y cómo no... Mis "mejores amigas".

La verdad es que tiempo atrás lo habían sido, pero no me arrepentía de haberlas perdido de vista.
Javier y yo obserbamos todo lo que nos rodeaba, tenía la tripa tan revuelta que pense que iba a vomitar. Entonces la puerta se abrió...

Quiéreme...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora