Capítulo 2

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En la ducha de uno de los institutos privados de Seúl se encontraba Nishimura. Había tenido un partido de baloncesto y se quedó exhausto.

Algo dentro suyo ardió al recordar como Sunoo le tiró un pelotazo en
la cabeza a propósito, el chico se las había agarrado con el y no entendía por qué. Tenía a miles de mocosos con los cuales descargarse pero iba a por él, quien le gana en altura y de seguro en fuerza.

Se sobó la cabeza con cuidado, aún le dolía.

Lo que sucedía con él era que no quería armar un escándalo, ya había tenido una reprimenda del director y por suerte esta vez no avisaron a sus padres. Si su madre se enteraba que otra vez estaba teniendo problemas se pondría mal y él no quería eso.

Ya en su casa, lo primero que hizo al llegar fue ir a su habitación a encerrarse. No tenía hambre, no quería hablar con nadie, sólo quería dormir.

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El día trajo consigo una linda mañana soleada y tenían a un Sunoo llegando
al instituto con una sonrisa, fue a su aula a supervisar que todo estuviera en orden y sonrió aún más al ver que así era.

El timbre sonó y todos comenzaron a llegar. El de cabellera rubia los miraba uno por uno, analizando que todos estuvieran impecables.

Sunoo tendía a ser extraño en su
casa, en el colegio, en todos lados. Y odiado, queda de más decirlo. Siempre quería tener todo bajo control, todo en orden, todo limpio. En su casa siempre peleaba con su madre porque esta nunca tenía ganas de nada y dejaba todo para después, teniendo como resultado una casa sucia. Él la regañaba como si el fuese la propia madre y se ponía a limpiar, alegando que siempre tenía que hacerlo todo él.

Volviendo al presente, todos saludaron a Sunoo cordialmente para luego ir a sentarse en los lugares indicados.

Todo estaba muy bien, hasta que se dió cuenta que faltaba un alumno.

El nuevo, Riki.

Entrecerró sus ojos, tratando de calmarse, no se pondría histérico por ese niñato sucio y desagradable. Y es que para él lo era, siempre trayendo manchitas de algo que parecía ser comida en su camisa, la corbata sin arreglar y solo hecha con un nudo que parecía ser hecho a lo apurado, no traía zapatos negros, traía zapatillas. Una barbaridad de chico.

¡Y ni hablar de su cara! Tenía tres aretes en cada oreja, el cabello negro lo tenía demasiado largo y apenas se le veían los ojos de su fleco. Por suerte parecía no tener tatuajes más que unos pequeños en el brazo y cuello.

No tenía idea de cómo lo habían aceptado en la institución, parecía ser una vergúenza, además de que era un año más grande y claramente no se le veía con ganas de aprender.

Negó con la cabeza al ver entrar al dueño de sus pensamientos en ese
preciso momento.

—Tres minutos tarde, Riki.

—Ok.

Eso era todo. Niki pasó de el y fue a su asiento del fondo, solitario sin dirigirle una mirada a nadie.

—Mañana llega más temprano. — insistió el rubio.

—¿Tantas ganas tienes de verme?

La sonrisa burlona que le dirigió el pelinegro provocó que sus manos temblaran, un tic nervioso se instaló en su ojo, su labio tembló y no hizo más que sentarse en su silla y mirar hacia el frente.

—Insolente. — murmuró por lo bajo.

Necesitaba mucha paciencia para tratar con la gente como Riki.

Necesitaba mucha paciencia para tratar con la gente como Riki

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𝐏𝐚𝐜𝐢𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚 #SunkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora