1. Contratada por el papi

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Areum

-Coño que me cierran la tienda -me espanté al leer las 21:20 en el reloj, y corrí como loca hasta el escaparate con luces.

Aunque los comercios cerraran, los fantasmas de Seúl nunca dormían.

Empujé la puerta de cristal y fui directa a comprar lo necesario. En diez minutos cerraban, pero tenía tiempo de sobra para las cuatro tonterías que necesitaba.

Me perdí en las estanterías de ramen, y cogí el de ternera picante...uf qué bueno.

Empecé a echar cosas en la cesta, compresas, un bálsamo para los labios, champú... Y me faltaba la colonia. Una colonia que pasaba desapercibida pero que era una joyita.

Y al girar a la sección infantil, vi que había un carrito justo en frente del estante, bloqueando mi colonia. Momento incómodo.

Miré alrededor, pero no pude ver a ninguna figura materna/paterna debido a la altura de las estanterías.

-Pues tengo que quitar el carrito... -me susurré, rascándome la nuca.

Bajé la vista al bebé, y el muy observador ya me estaba mirando. Tenía unos enormes ojos castaños, y apenas le estaban empezando a salir los dientecitos. Aquel bebé tenía muy buena genética, sinceramente.

Le sonreí, y movió contento sus piernecitas regordetas y flexibles.

-Ah ah -gritó/se rio, excitado al ver que una humana le hacía caso. Reprimí las ganas de cogerle la manita entre la mía. No quería pasarle gérmenes o que el padre/madre me riñera por tocar a su hijo.

Moví el carrito disimuladamente sin dejar de sonreír al bebé, hasta que el frasco de colonia quedó a la vista. Lo cogí y lo llevé a mi cesta.

-¡Ah ah! -el bebé intentó saltar (como pudo con el cinturón de seguridad), y desplazó el carrito con su poco peso. Quería atención. Me agaché frente a él, demasiado enternecida para que me importara algo.

-Es que no me puedo quedar aquí mucho tiempo -le expliqué con voz bebé-friendly, señalé el reloj de la tienda-. Van a cerrar la tienda y tú también tendrás que irte a dormir, ¿no?

Movió las manitas como dando aplausos, y decidí levantarme antes de que me diera un ataque psicótico de ternura.

Tiró el sonajero, y las cuentas de dentro sonaron de forma estridente. Oí pasos de un adulto cuando me agaché a por el juguete.

-Toma -le ofrecí el juguete al niño, pero se quedó embobado mirando a su padre, y entendí por qué.

Un hombre bien vestido en oscuro, en sus veintimuchos y peinado elegante, se acercó con una sonrisa bien ancha y sus pómulos varoniles. Pero qué guapo era el padre.

-Disculpa, Seungie es bastante caprichoso -me dedicó su sonrisa radiante y enseguida mi día se iluminó más-. ¿Te ha molestado?

-¡Qué va qué va! -se me contagió su luz-. Es bastante adorable, he jugado un poco con él. Espero que no le haya importado, señor -dije apenada, peinándome un mechón tras la oreja.

-No me llames así, no soy tan mayor -inclinó la cabeza a un lado, sonriendo con los ojos también. Yo le daba, vamos que si le daba, era mi tipo: mayor, educado, gentil, formal, buen padre. Uf-. Le has caído bien, no suele tirar el sonajero a menos que realmente quiera jugar con alguien.

Se hizo un silencio breve en el que las miradas fueron al bebé, a mí, al padre.

No quería distanciarme ya, irme a casa a mi aburrida y solitaria habitación. Intenté alargar la conversación.

Bebé a la vista ; jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora