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No estaban destinados a estar juntos.

¿La prueba? El hecho de que Marinette/Ladybug estuviera muerta y él vivo sumido en la tristeza de su amor perdido.

Eran Romeo y Julieta con ciertos cambios. En su historia uno moría y otro vivía, quizás sin poder encontrarse en el más allá.

Su cordura poco a poco se iba, a veces creía que todo era una ilusión producto de su mente o del poder de Rena Rouge, creía que algún día todo volvería a la normalidad, sin embargo había pequeñas cosas, pequeños momentos, que le recordaban que todo era real y no podía cambiarlo.

—Te extraño tanto mi lady. —Susurró con tristeza para si mismo. Era estúpido creer que alguien lo iba a escuchar, después de todo él acabo con la vida de todo el mundo.

Su voz se perdía en el silencio sepulcral, por un momento extrañó al menos escuchar el sonido de su alarma.

—Si tan solo hubiera sido más fuerte. — El remordimiento lo acechaba como un depredador a su presa.

Sin querer su mente divagó al momento exacto en el que miraba el rostro de su lady y creaba el gran gataclismo que asesinaría a todo el mundo.

Ella trató de tranquilizarlo, trató de ayudarlo para que el akuma no lo poseyera, sin embargo su mente y cuerpo fueron patéticamente débiles. Fue un pésimo súper héroe, no fue capaz de proteger a su compañera ni de realizar un esfuerzo para salvarse a si mismo...

Simplemente se dejó consumir por los sentimientos negativos del momento  sin tomar la salvación que le ofrecía con palabras su amada.

—Soy patético. —Se sumergió en el agua que inundaba toda la ciudad.

Nadó buscando el cuerpo hecho cenizas de su lady. La apreció a la distancia sabía que si la tocaba su figura se perdería y era lo que menos quería.

El cuerpo hecho cenizas de Ladybug era lo único que le quedaba para no olvidar el rostro de quien amaba.

«Perdoname por favor... No pude salvarte...esta vez no hubo un "ganamos". »

La tortura que se realizaba mentalmente era interminable y no lo podía evitar. Era algo automático, que se activaba por si solo, con el simple hecho de musitar el nombre de su amada todos los recuerdos bellos llegaban hasta el crudo momento en el que la perdió.

Extendió su mano añorando acariciar la mejilla de su lady. Comenzaba a extrañar su voz, observar sus ojos, saborear sus labios y tomarla de la mano.

«Ojalá tus aretes aún sirvieran...»

Había pensado en la posibilidad de tomar los aretes de la heroína sin embargo estos habían sido afectados también por el poder de su ataque. Ahora eran simple ceniza al tacto.

Fue un mal gatito... No pudo proteger a su dueña del malvado villano.











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Soledad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora