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La torre Eifel yacía destruida, hundida en el agua con solo partes a la vista.

Chat blac lloraba de manera silenciosa  al recordar los momentos que pasó junto a Ladybug en ese lugar.
La vista esplendida que muchas veces contempló en soledad.
Las múltiples veces que, durante la noche, se escapó a ese lugar con el único fin de reflexionar o solamente observar la brillante luna.

En ese lugar tuvo los mejores momentos de su vida solitaria, momentos que ahora perduraban en su mente, en una parte de sus buenos recuerdos que de alguna forma lo reconfortaban.

La soledad si que dañaba. Quizás no estaba tras unos barrotes, encerrado de por vida y con una sensación de temor, pero se encontraba en un mundo donde solamente él era quién estaba vivo. De igual forma, el miedo estaba con él.

Dentro de Chat blac habitaban muchos sentimientos negativos que dentro de poco tiempo explotarían.

Antes de la creación viene la destrucción.

¿Pero si la creación ya no existe? ¿Qué es lo que vendrá luego de la destrucción?

Ya no existía ni siquiera un ser mágico que pudiera repoblar la tierra, tampoco es como si el planeta tuviera las mejores condiciones para vivir.

—Odio mi destino... Ojalá lo pudiera cambiar. —Lo que anhelaba era simplemente inalcanzable.

Todo, en ese momento y en los que siguiera, era imposible de realizar.

La suave brisa que logró mover sus cabellos y calar fuertemente en su cuerpo, le hizo recordar la soledad en la que se encontraba. Imaginar a personas en su alrededor no era suficiente para borrar la situación en la que estaba.
Ni los murmullos que seguían al acecho en su mente lo hacían sentir acompañado.

—Deseo... Deseo... Deseo que todo regrese a la normalidad. —Sorbió por la nariz y limpio con desesperación sus lágrimas. —Quiero que todo esto sea una maldita pesadilla. —Cerró los ojos con fuerza, contó mentalmente hasta diez y luego los abrió esperanzado.

Nada había cambiado.

Todo seguía igual que siempre.

La estúpida sonrisa que se había formado en sus labios con la esperanza de que al abrir sus ojos se encontraría con todo nuevamente bien, simplemente se borró y soltó un grito de enojo mezclado con tristeza.

Su destino era ser miserable. Ya lo había entendido.








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Soledad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora