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Draco respiró profundo y se balanceó adelante y atrás, medio inclinado sobre el lavabo, sus manos en el borde de nuevo. Se miró de reojo en el espejo.

Luego soltó un quejido y se enderezó. Acomodó su túnica y se señaló con el dedo índice.

—Tú eres mejor que esto, Draco. Tú mereces más que esto. Tú tienes la autoestima demasiado alta para estar con estas tonterías. ¿Y a quién le importa si es un hombre precioso con esos ojos verdes brillantes y esa piel llena de cicatrices que hace que den ganas de tirarse sobre él y ese cabello desordenado que seguramente es muy suave y que ojalá pudieses ja…? —Ahí notó lo que balbuceaba y sacudió la cabeza con fuerza—. ¡Autocontrol, Draco, autocontrol! ¡No es como si fuese tan guapo que se te fuese a salir el corazón del pecho, no seas estúpido!

Una vez que se sintió mejor, abandonó el baño del Atrio y acudió a su reunión. Los Inefables se encontraban trabajando en un caso con los Aurores.

Harry, de nuevo, llegó tarde. El único puesto disponible era junto a Draco y se sentó ahí sin dudar. Lo saludó con un susurro y su mano rozó la de Draco cuando lo llamó para preguntarle qué había dicho el Ministro antes de que llegase.

Y el corazón de Draco casi se sale de su pecho.

Gay panic Donde viven las historias. Descúbrelo ahora