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—Es hoy, es hoy —Draco se dio una mirada muy seria a sí mismo a través del espejo—. Lo harás hoy. Si no sale bien, te olvidas de ese hombre, Draco Lucius Malfoy. No estamos para andar llorando por nadie. Si no sale bien…fiesta con Pansy, Blaise y Theo, sí, eso es lo que pasará. Pero si sale bien…

Nunca se había permitido salir con un chico estando en Hogwarts. No tuvo la oportunidad. Hubo Mortífagos y guerra, un supremacista y asesino, hubo amenazas de muerte pendiendo sobre las cabezas de sus padres y lo último en su mente habría sido acercarse a alguien. Sabía que era gay, por supuesto, pero esto podía implicar tantas cosas que no estaba listo para enfrentarlas al mismo tiempo que lidiaba con una maldita guerra.

Luego pasó y vinieron los Juicios. Después se le concedió una oportunidad y los Inefables estudiaban en un internado. Entonces salió y estuvo en el Ministerio.

Necesitaba enfocarse tres veces más que alguien que hubiese peleado en el bando ganador, porque él era el que llevaba la Marca Tenebrosa, era al que salvaron de una condena en prisión por ayudar al Elegido, al que le "hicieron un favor" por permitirle estudiar y trabajar, con el que "se portaban bien" por tratarlo como a una persona. Era él quien debía "agradecer" la bondad del Ministerio y el que causaría muchos "les dijimos que no se les diesen oportunidades a los hijos de Mortífagos" si llegaba a fallar, aunque fuese en una cosa mínima.

Y Harry lo desconcentraba tanto que se le olvidaba que tenía todo este peso encima. Que podía relajarse un poco.

Eso sonaba muy peligroso para su instinto Slytherin, pero Draco quería hacer esto. Iba a hacer esto por sí mismo.

Él tenía que darse una oportunidad a sí mismo. Al menos intentar.

Cuando estuvo seguro de que no balbucearía nada más abrir la boca, caminó de regreso al Atrio y fue hacia el ascensor. Bajó al Departamento de Aurores y entró mientras unos novatos salían.

Ya casi era la hora de la salida. Draco tenía las manos apretadas en puños. Le temblaban.

Avanzó hacia el escritorio de Harry, que paró de bromear con Ron y escribir en una libreta nada más notarlo. Él cerró el cuaderno y Ron prácticamente huyó de la escena.

Draco se obligó a respirar profundo y ver más allá de la sonrisa que Harry le estaba dando.

Cuando el desastre de inseguridades que tenía dentro pretendía tragárselo, habló deprisa:

—¿Te gustaría que fuésemos a tomar algo? —Y al ver que Harry estaba por responder, agregó:—. No como la última vez, sino como una…cita.

La sonrisa se borró del rostro de Harry durante un momento. Él se paró y se pasó una mano por el cabello. Draco ya esperaba cualquier cosa excepto el débil quejido que soltó.

—Esperaba que pudiésemos contar la última como nuestra primera cita, porque casi nunca beso en la primera cita y no puedo tener una cita real contigo sin quedarme mirando tu boca y pensar que me muero por besarte y sentir que en serio me voy a colapsar si no te beso…

Todas esas emociones desordenadas que Draco llevaba semanas empujando de vuelta a un escondite surgieron en ese instante, mirando a Harry balbucear y evitarlo, con el rostro rojo.

No lo dejó terminar de hablar. Agarró el cuello de su túnica de Auror, lo jaló con tanta fuerza que casi lo tira sobre su escritorio y lo besó.

Vació sus emociones en ese beso y sintió que Harry reaccionaba igual, atrayéndolo más cerca y casi haciendo que Draco subiese a la mesa.

—¡Si yo no puedo besar a Hermione tanto como quiero cuando viene de visita a la oficina, ustedes dos tampoco pueden andar así! —Oyeron que exclamó Ron.

Pero Harry, claro, siempre fue de desobedecer las normas, así que sólo se rio contra la boca de Draco y siguió dejando besos más ligeros en sus labios, uno detrás de otro, maravillado con la sonrisa que se le formaba entre cada uno.

Gay panic Donde viven las historias. Descúbrelo ahora