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CAPÍTULO CINCO
• MAL DÍA •

CAPÍTULO CINCO• MAL DÍA •

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Hoy es de esos días en que Lynette no quiere escuchar ni un mínimo ruido y se encierra en la habitación prácticamente echándole a sus compañeras de cuarto con su terrible humor, la única que aguanta todo siempre y se quedó es Genevieve, incluso ahora mismo está en silencio acostada a su lado mientras le da caricias en su cabeza.

— ¿Te sigue doliendo? — susurró la rubia.

— Obvio que me sigue doliendo todo, ni que fuera a desaparecer mágicamente — dijo seca y se apartó más de ella ya no queriendo cariño.

La razón por la cual anda así es que le duele horrible su cabeza, y por si no fuera poco le bajó también el período causándole otros dolores, pero eso no es todo, sino que su papá le envió una carta informándole que la quimioterapia de su mamá no está mostrando avances. Todo se le mezcló ese día y está que quiere gritar, romper cosas, llorar y todo un mar de emociones.

— Deberíamos ir a la enfermería Lyn — la observó preocupada.

— No quiero.

— Pero no tienes porqué aguantar todo ese dolor.

La castaña se mantuvo en silencio con los ojos cerrados y hecha bolita en su cama intentando soportar todo sin querer la ayuda de nadie, aunque de cierta forma tampoco quiere dejar de sentirlo, no porque sea masoquista o algo así, sino porque cuando el dolor desaparezca va a pensar demás en su mamá y va a sufrir el hecho de que quizás pronto la pierda porque está claro que ni por más que se someta a varias terapias se va a curar, ya no hay vuelta atrás, el cáncer le está ganando una vez más a una persona.

— Por favor, vamos solo un rato y cuando te dé algo ya te dejaré en paz y podrás regresar a encerrarte acá.

Al escuchar su voz suplicante suspiró destapándose sintiéndose mala amiga, ella se preocupa e intenta ayudarla siempre y le suele pagar con su humor de mierda, así que se levantó sin ganas de nada poniéndose sus pantuflas.

— Bien, vamos, pero no pienso cambiarme el pijama ni peinarme ni nada.

Genevieve se levantó al instante de la cama con una sonrisa feliz por haber logrado más rápido de lo normal que la terca de su amiga acceda y antes de que se arrepienta la abrazó por la cintura para sostenerla por las dudas.

— De todas formas no te iba a obligar a hacerlo — la guía hacia la puerta.

— Si sabes que puedo caminar por mi cuenta ¿no?

𝐄𝐓𝐄𝐑𝐍𝐎  ⋆  Remus LupinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora