Cuarto poema

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A veces miro el cielo y me siento aprisionado

por todas aquéllas nubes que ríen de mi pequeñez.

Luego miro al suelo y diviso una hormiga,

tan pequeña e increíble,

y pienso si ella se sentirá aprisionada por el hombre

o si creerá que me río de su pequeñez.

Cuando miro las ramas de los árboles en otoño,

me gusta pensar que las hojas caen porque el árbol llora.

Cuando miro mi reflejo, triste, en el espejo,

me gusta pensar que todo estará bien.

Pero mis pensamientos no son más que fantasías,

pues las nubes no ríen,

las hormigas no piensan,

los árboles no lloran

y nada estará bien.

Aún así tengo esperanzas, pequeñas como hormigas

pero reales como la tristeza.

Una pequeñísima chispa vive en mi pecho,

y espero un día arda roja como las hojas de otoño.

Una leve voz que me alienta en la cabeza,

y espero un día grite alto, tan alto como las nubes.

No sé cómo nombrar un libro de poesíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora