Día 110

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Para Damian, el arte se había convertido en una actividad que le brindaba estabilidad emocional en estos momentos. Sus dotes artísticos siempre se destacaron debido a su formación académica temprana y las clases privadas que su madre y abuelo le habían integrado para que llevara a cabo. Destacaba en casi todos los ámbitos.

"Tienes que ser el mejor, siempre."

Pero eso no importaba ya. Ya no era el crío competitivo de hace años. No le importaba destacar de los demás. Ahora solo era él, dibujando al oleo a un adormilado Titus en un tranquilo sábado por la mañana.

Colocó su material en la pequeña mesita al lado de él para buscar un poco de agua en el refrigerador. Todo era pacífico hasta ahora. Todo estaba en orden. Y le producía placer pensar que así podía ser todo su día. Nada ni nadie podía arruinarlo.

—Hola demonio.

Nadie más que Jason.

—Wow, bonita pintura. Oye, ya que estás ahí pásame un refresco.

Resopló molesto. Solo debía tomar la lata de refresco, dársela y se iría. O eso esperaba.

—Gracias enano. Por cierto...—hizo una breve pausa mientras intentaba abrir la lata en sus manos—he estado saliendo con la amiga de la pajarita. Ayer fuimos al cine. Realmente es una chica maravillosa. Volveremos a quedar la siguiente semana y-

Pudo escuchar y observar cómo el agua que bebía el ojiverde salía disparada de su boca con fuerza. Comenzó a toser, tomándole unos segundos para poder replicar.

—¡¿C-cómo que saliendo con ella?! ¡¿En qué momento se volvieron tan cercanos?!—gritó agitado, aún recuperándose.

El llevaba tres meses y ni siquiera había podido dirigirle la palabra a la amatista.

—Oh, se me había olvidado mencionartelo. Fue difícil acercarme a ella después de la primera impresión que le dí pero, fue conociéndome y se dio cuenta que no era un mal tipo. Rose tiene un carácter fuerte y tan atrayente. Tenemos muchas cosas en común. Después del cine fuimos a cenar a-

—No me interesa saber de tu cita-interrumpió—su amiga, Rose...¿Te contó algo acerca de...?

—¿Sobre Rachel? sí. Efectivamente, está casada.

—Creo que eso quedó más que claro con el anillo, doctor obvio—comentó con sarcasmo. Jason podía sacarlo de quicio con rapidez.—Así que se llama Rachel.

—Sí, pero hay algo importante sobre su situación...—de nuevo hizo pausa, está vez para tomar de su refresco—casi no ve a su esposo, por ello frecuenta mucho esa cafetería. Rose me dijo que tiene aproximadamente seis meses sin verlo por cuestiones de trabajo. Ella lo odia y la entiendo. Por lo poco que ha contando el tipo ha sido un asco con ella desde hace un año. No la merece.

Damian no daba crédito a lo que escuchaba, su mandíbula se veía tensa y sus puños se encontraban apretados, haciéndose notar el cambio de tono de piel en sus nudillos.

—¿Cómo carajos...seis meses sin verla?

—Eso mismo dije. Rachel debe estar pasándola mal.

Aquella mirada que reflejaba tristeza y ocultaba perfectamente con su tímida sonrisa, su bonito rostro mancillado con manchas violaceos por una falta de sueño, los días en que visitaba la cafetería y la observaba sumergirse por horas al leer. Todo ese tiempo desde que la conoció, ella se encontraba sola.

—Y aún así pocas veces lo demuestra-sus palabras fueron más para él que para su hermano.

Recordó la vez que descubrió el anillo en su dedo. Cómo su nariz enrojecida reflejaba que ella había llorado por horas. Cómo ese día quiso estar a su lado consolándola y lo único que pudo hacer fue huir como un cobarde.

Un dolor en su pecho lo invadió. La culpa comenzó a invadirlo.

—¿Qué debería hacer?

El eterno cejo fruncido en su frente había desaparecido. Dió paso a un rostro que mostraba preocupación, anhelo.

—¿Qué es lo que quieres hacer?—respondió el mayor con otra pregunta.

¿Qué es lo que de verdad quería hacer?

—Yo...quiero conocerla. Quiero conocerla y ser parte de su vida.

—Buena respuesta. Entonces hazlo. Es una buena chica, Damian. No sé si alguna vez se de algo más entre ustedes por su situación. Pero podrían ser buenos amigos. Ella merece rodearse de personas que la aprecien. Y tú eres alguien que vale la pena estar en la vida de otros—expresó con sinceridad, para inmediatamente darse cuenta de lo que había dicho, para luego agregar—no le digas a nadie que te dije eso.

—Idiota, no lo haré. Seríamos la burla de todos en la mansión—respondió aún avergonzado de las palabras de su hermano.—¿Cómo me acerco a ella? ¿Qué le digo?

—Eso ya dependerá de ti. Sé que se te ocurrirá algo.

Se acercó a él para colocar su mano en el hombro de su hermano. Le recordaba tanto a Bruce en estos momentos. Sabía que había heredado esa dificultad de actuar en temas que involucraban sentimientos y, sobre todo, amor. Por ello, sólo ocuparían un último empujón de parte de Rose y él para que pudieran por fin los pequeños pajaritos estar juntos, frente a frente.

Cuando buscamos la verdadera felicidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora