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Estaba sentado en una de las mesas de la cafetería, e Izana Kurokawa se encontraba sentado frente a mí.
Todos conversaban entre sí, y fingía hacer lo mismo pero mi mirada se desviaba sin poder evitarlo hacia él.
En una de esas ocasiones él clavó la mirada en mí justo en el momento que volví a mirarlo. Quise apartar la mirada al momento, pero algo hizo que la sostuviera.
Él, sin siquiera disimular, bajó la mirada a mis labios, y cuando volvió a conectar sus ojos con los míos, tenía una pequeña sonrisa en los labios.
Al darme cuenta que lo miraba directamente a los labios la subí rápidamente a sus ojos. Ensanchó aún más su sonrisa y enarcó levemente una ceja.
Sabiendo que le gustaba molestarme, puse los ojos en blanco al mismo tiempo que me ponía de pie.
Me dirigí al baño sin decir una palabra, sabía que mis amigos no me prestarían atención por estar centrados en la conversación. Y justo antes de empujar la puerta para entrar al baño alguien me impidió el paso poniendo una mano en la pared a la altura de mi abdomen. Incluso antes de verlo a la cara sabía de quién se trataba. De nuevo, puse los ojos en blanco.
—¿Qué?—pregunté cruzando los brazos volviendo a poner los ojos en blanco.
—Deja de rodar los ojos, se te van a quedar así—Estuve a punto de volverlos a rodar pero solo le puse mala cara.
—Me gustaría decir que te ves más bonito sin poner malas caras pero te ves incluso más lindo—posó su mano en mí mentón elevándolo un poco.
[...]
Con izana compartía clase de laboratorio, y en ese momento estaba tan cansado y con tanto sueño que casi no me percate de que se había sentado junto a mí.
Me estaba durmiendo cuando la profesora dijo que 'volveria en un momento' aunque ni siquiera le estaba prestando atención.
Me recosté en la mesa con la cabeza mirando a dirección de izana. Cerré los ojos pero aún seguía consciente, por lo que sentí como alguien apartaba el cabello de mí cara colocándolo tras mi oreja. Sonreí relajado por la pequeña caricia.
Sabía perfectamente que era él.
Izana siguió peinando mí cabello aún cuando abri los ojos, me sonrió de vuelta.
—¿Por qué estás tan cansado?—cuestionó acostándose en la misma posición que yo solo que mirando en mí dirección.
—No dormí mucho—musité.
—¿Y eso?—preguntó trasladando la carícia a mí pómulo haciendo que cerrara los ojos de nuevo.
—No lo sé, ya cállate y sigue acariciando—murmuré quedandome dormido no sin antes escuchar una risa pequeña.
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