Takemichi Haitani

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El lugar húmedo y solitario era perfecto para hacer un crimen.

Así lo vieron los dos mayores.

Los quejidos de aquel hombre eran el único sonido existente, además de los sonidos de las respiraciones algo agitadas de ambos hermanos y el sonido sordo de los golpes que eran propiciados a aquel sujeto.

Rara era la persona que pasaba cerca de aquel callejón, y si lo hacia se hacia de la vista gorda e ignoraban el crimen que estaba sucediendo.

— Por favor... yo no hice nada, ¡déjenme! — El hombre gritaba con las pocas fuerzas que le quedaban, estaba casi seguro de que moriría en ese lugar.

—Oíste eso Rinrin las ratas habla, dime ¿desde cuando eso es posible?— bromeo el mas alto con sarcasmo, volviendo a dirigir su puño a la cara del sujeto moribundo

—No lo se Ran, ya vez que con esos inventos del gobierno las ratas mutaron, con esta basura debió ser lo mismo— El chico se quito uno de los guantes negros, y procedió a acomodarse sus lentes

— Por... agh... tengo una familia que mantener, mgh... mi hija me necesita, les daré lo que quieran, pero por favor déjenme ir—apenas pudo formular la oración.

Pobre hombre, jamás debiste de decir eso.

—¡Woah! ¿así que tienes una hija? dime ¿Qué cara pondrías cuando te enteres que alguien la corrompió? quiero ver tu sucia cara cuando ella se te acerque y no sea la niña pura a la que  tanto has cuidado. Dime ¿Cuál será tu cara cuando ella llegue llorando y te digan que abusaron de ella y usaron su cuerpo para satisfacer los sucias perversiones de un maldito pedófilo?

—Dinos, acaso se sentirá tan bien usar su cuerpo como tu usaste a nuestro pequeño hermano

El sujeto cayo en cuenta, el pequeño chico del que había abusado cual perro era hermano de esos chicos tan peligrosos.

Su pequeña hija pago las consecuencias de sus errores. Se sentía fatal

—No te preocupes escoria, nos encargamos de que tu hija sufriera 10 veces mas que nuestro pequeño hermano, y no dudes en que haremos que su vida sea un infierno, lo bueno es que tu estarás con ella durante todo eso... desgraciadamente no podrás hacer nada al respecto.

Los dos Haitani le dieron el golpe de gracia a aquel sujeto dejándolo inconsciente y salieron del callejón, se quitaron los guantes negros de látex, que ahora estaban manchados de sangre y con un olor muy fuerte a hierro. Y subieron sus motocicletas.

 . . .

La impotencia de los Haitanis mayores les carcomía por dentro, no pudieron cuidar de su pequeño hermanito. 

Solo lo descuidaron un segundo, solo un segundo vasto para que ocurriera una tragedia, solo un segundo fue suficiente para que rompieran al solecito.

Pero claro que no se quedaron de brazos cruzados, le dieron una lección a el maldito infeliz que se atrevió a lastimar a su pequeño hermanito, pero aun así eso no les devolvería nada, Takemichi no volvería a ser el mismo, no volvería a sonreír de la misma manera, sus ojitos no volverían a brillar igual.

La luz brillante y hermosa que emitía el sol fue opacada por los nubarrones que trajeron la tormenta.

Takemichi ya no quería salir con sus hermanos, le aterraba el estar fuera de su habitación, le daba miedo que alguien se le acercara nuevamente a hacerle daño, no quería que lo volvieran a lastimar.

Rindou y Ran ya no sabían que hacer, el maldito que le quito la luz a su querido Takemichi lo había destrozado muy profundamente, le robo su inocencia, ya no era el Michi que ellos vieron crecer y al que cuidaron desde bebe... o al menos hasta que ocurrió el trágico error.

Takemichi, hermano de... [En Pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora