CAPÍTULO 10

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Noah Thoson:

—¿Hola?

—¿Noah? —una voz femenina, con un acento indiscutiblemente reconocido por mis tímpanos, aparece por a través del teléfono.

Me levanto y cruzo mis piernas, sentándome en canastita, con la manta sobre estas.

—¡Mapache! —suelto con emoción, me encanta ese sobrenombre. Ríe lentamente, contagiándome la risa.

Coky entra a mi habitación por culpa de mis chillidos. Se sienta justo en frente del borde de la cama, donde me encuentro ubicado y alza las orejas, hinchando la mandíbula. Estando alerta de la situación.

Con la mano que tengo libre, comienzo a acariciarle suavemente la parte de atrás de las orejas, calmando su reacción.

—¿Quién te ha dicho que puedes llamarme así? —reprocha. Aunque, al quedarse en silencio, se nota como aguanta la risa.

—Nadie —respondo rápidamente—, yo solito te bauticé de esa manera y así te llamaré desde entonces —finalizo con orgullo.

Con una sonrisita pícara en mi rostro, le guiño el ojo a Coky, que ya se encuentra acostado sobre mi cama, oyendo atentamente la conversación.

—Sabes perfectamente que no tienes el derecho para apodarme de esa forma —burlona, sigue discutiendo.

—Y tú sabes perfectamente lo que me importa tener, o no, el derecho para llamarte así.

—¿Y si yo no quiero que me llames así?

—Tampoco me interesa demasiado —río con fuerza, para que me oiga—, al contrario, deberás asesinarme para que deje de llamarte así.

—Pues tendré que hacerlo...

—Sinceramente, dudo que puedas hacerlo —aclaro mi garganta—. Sabiendo que te saco dos cabezas... —digo suave, pero con la intención de que se escuche del otro lado.

—¡Oye! —exclama— ¿Qué insinúas?

—Que eres más baja que un minion —concluyo sin pensar y con mucha obviedad.

Je te hais —"te odio" , en francés.

—Sabes perfectamente que no —sonrío orgulloso y comienzo a acariciar a Coky con mi mano libre. Este comienza a cerrar los ojos, durmiéndose poco a poco.

Una risa nerviosa salió del teléfono y no dijo más nada.

—Ahora dime, ¿por qué llamaste? —pregunté cordialmente e intentando no reír.

—Para verificar que me hayas dado tu número y no otro...

Fruncí el ceño y quedé en silencio unos segundos. Con la mano que usé para acariciar a Coky, comencé a rascar mi barbilla, pensando el porqué de esa pregunta.

El cuadrúpedo mira de reojo acostado en la cama. Se lo ve bastante cómodo, no voy a mentir.

—¿Por qué no lo haría? —pregunte lo obvio.

—¿Por qué lo harías?

Frunzo aun más el ceño.

—¿Por qué es lo que hace una persona normal?

—No seria la primera vez que me lo hacen, para serte sincera.

Eso me hizo soltar una carcajada, aunque la controlé al instante.

—No soy tan imbécil para hacer eso...

—Mmm...

—¿Me estás llamando imbécil?

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