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Amor, un principio básico en la humanidad, pero ¿es un principio necesario? Siempre me lo he preguntado, pues, si es el principio que nos vuelve humanos, eso quiere decir que mi humanidad está desapareciendo si es que no lo ha hecho ¿Por qué lo digo? Por la misma razón que lo siento, por esa incertidumbre de saber qué es amor, qué es afecto o tan solo qué es querer a alguien aparte del gato que se encuentra frente a mí en esta habitación tan desordenada, la típica habitación de un adolescente, la típica habitación de un chico de veinte años. Puede que sea muy joven para darme por vencido en el amor pero es algo que a mis veinte años y medio no he logrado sentir, ni por mi madre, padre, algún familiar o alguien cercano, puede que crean que soy un cínico, tal vez hasta lo sea, pero el caso es que no hay una pizca de humanidad en mi ser de romántico empedernido aunque pensándolo detenidamente cómo me puedo llamar "Romántico empedernido" cuando escondo dicho sentimiento de romanticismo detrás de una cortina de frialdad ¿para qué la cortina? ¿Por qué no me dejo llevar? Ni yo tengo la respuesta a ello, creo que desde siempre he tenido ese aire de frialdad. Ahora que lo pienso, creo que soy una mala persona, un narcisista hipócrita, un humano buscando un poco de humanidad.

20 de Agosto.

-Otro día más- susurre mientras abría lentamente mis ojos, me encontraba recostado en un sofá de mi habitación; observé el reloj que colgaba de la pared, marcaba las dos de la tarde.

-¿Tanto dormí?- me pregunté a mí mismo esperando una respuesta automática, continué mirando hacia arriba esperando que tal vez el techo me sorprendiera con una aparición inexistente o simplemente se desplomase sobre mí en un acto de rebeldía, estaba claro que ello no iba a suceder. Sin preámbulos me levanté y me miré a el espejo, tenía una cara fatal tal vez de las tantas horas que había dormido o simplemente mi rostro siempre ha sido fatal para mí, eso de igual forma no importa. Salgo de mi habitación con mi cepillo en mano dispuesto a lavar mis dientes, darme una ducha esperando no encontrarme a nadie de mi familia en el camino. Vivo con mi tía y dos primos, sus hijos claro está. Vuelvo a mi habitación después de cumplir mi misión pero hay algo raro... Siento que hay algo que olvidé, algo que debía hacer.

-¡Mierda!-

Me coloco un pantalón y una camisa, más rápido de lo que lo haría Flash, debo estar en media hora frente a San Antonio.

-Dios que demora y todo lo que corrí para llegar temprano- saqué un cigarrillo de mi chaqueta con un poco de rabia, pues a nadie le gusta esperar y menos en un día lluvioso, justo cuando iba a encender mi cigarrillo escuche una voz.

-¿Peter? -

-¿Samantha?- respondí sorprendido, pues la chica que acababa de gritar mi nombre, esa chica de cabello rojo, con unos bellos ojos verdes, con tez de piel blanca y una estatura que por mucho tiempo creí perfecta en una mujer, era a quien menos quería encontrarme durante este último mes. Ella al darse cuenta que sí era yo a quien veía, corrió hacia mí y a medio metro de mi ubicación se lanzó sobre mí, fue un salto de esos que suceden en las películas cuando dos personas que no se han visto en mucho tiempo vuelven a encontrarse;  y en efecto no nos habíamos visto en mucho tiempo, pero la diferencia entre la película y nuestra realidad, era que en ese mundo ficticio aquellos personajes se alegran de volverse a ver, en mi realidad no me sentía del todo alegre por verla, solo una pequeña parte de mi muy pero muy escondida se había levantado, en su caso era todo lo contrario, cada parte de su cuerpo, desde su cabello hasta la más mínima célula se alegraba en verme, pero en el fondo yo sabía que esa alegría no era algo sano, que dicha alegría traía un aire de maldad, como cuando vas caminando y de repente te da un escalofrió que recorre toda tu piel sin un por qué.

-Peter...Que casualidad encontrarte por aquí...- me dijo mientras aún me abrazaba después de su salto de película.

-Sí, es toda una casualidad...- respondí con una sonrisa fingida, mientras aún seguía atado a esa pequeña chica que me miraba desde mi hombro.

Corazón en GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora