<<Aroma de glicinia>>

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 Las criaturas de sombra chillaron en dolor ante el ardor de aquel ataque, mientras Finado y Moribunda salían del bolso en su totalidad para ayudar a su compañero.

-¡Finado! ¡Moribunda! Cúbranos de las sombras, necesitamos acercarnos a la Zacatecana-. Gritó Leo a los demonios, quienes asintieron y comenzaron su ataque.

Ambos se abalanzaron sobre las enormes criaturas que rodeaban al dúo de cazadores, mientras arañazos desesperados eran lanzados a las bestias, quienes caían muertas con rapidez.

Pero la sorpresa se vio reflejada en sus ojos cuando las sombras volvían a regenerarse con la misma rapidez con la que desaparecieron; durante ese periodo, Leo y Teodora se dirigían al demonio, decididos a decapitarla. Pero aquella mujer seguía creando criaturas para evitar su decapitación.

El pecho de ambos cazadores comenzaba a doler y sus piernas se sentían más débiles con el pasar del tiempo debido a cambiar con tanta rapidez las posturas que utilizaban, pero no podían rendirse hasta completar su misión.

"Respiración del aroma, primera postura: danza de las flores"

"Respiración de las alamas, segunda postura: castigo de almas pecadoras"

Ambas katanas se blandían sin parar un solo segundo, acabando con cualquier criatura que intentase atacar al dúo, quienes lentamente se acercaban al demonio quien creaba secuaces con más desesperación a medida que sus oponentes de aproximaban a ella, hasta que una idea surgió en su cabeza, haciéndola generar un último ataque.
Un pequeño detalle llamó la atención de Finado y Moribunda, el sonido de katanas chocando se detuvo y no se volvió a oír durante los siguientes segundos, cuando la de kimono rosado volteo, sus ojos se abrieron en terror.

Leo y Teodora estaban encadenados de sus brazos y piernas con lo que parecían cadenas hechas por la misma sombra.

-Les dije que este lugar era peligroso para niños-. Dijo la Zacatecana mientras apretaba el agarre de sus cadenas. – Supuse que me vencerían dee alguna maners, pero mientras estén en las sombras. Jamás tendrán oportunidad-.

Un par de quejidos se escapaban de Leo y Teodora debido al dolor, sentían como sus brazos detenían rápidamente la circulación de su sangre y que sus piernas comenzarían a romperse en cualquier instante.

Los dos demonios comenzaron a respirar con pesadez, la sangre comenzaba a hervirles y sus rostros mostraban nada más que ira pura.

Las pequeñas marcas en sus frentes comenzaban a tornarse de un amarillo luminoso mientras ambos mejoraban su posición de batalla.

"Técnica de sangre demoniaca: Llamarada de luz eterna"

Un rayo gigante de luz acabó con rapidez al grupo de sombras que seguían rodeando a Finado y Moribunda, haciendo que el resto volteara a ver a los demonios.

Una flameante luz rodeaba los brazos del dúo, quienes tenían un brazo levantado demostrando de dónde provenía el ataque. Los rayos de luz comenzaron a ser disparados hacía las criaturas, a las cuales les tomaba mucho más tiempo el intentar regenerase.

Una idea brotó en la mente de Moribunda, volteó hacia su compañero de kimono azul, quien asintió mientras dirigían sus brazos hacia el techo, penetrándolo y dejando a la vista el hermoso brillo de la luna junto al bello cielo estrellado.

"La luz de la luna reduce la intensidad de las sobras ¡son unos genios!"

Pensó Leo mientras sentía como la circulación comenzaba a surgir de nuevo en la parte inferior de sus brazos; las cadenas habían desaparecido haciendo que el moreno pudiera tocar tierra firme, quien calló de manera segura y firme, a diferencia de Teodora quien sin notarlo, cayó de cara, pero rápidamente se levantó y tomó su katana.

La leyenda de los DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora