<<La luz al final del espíritu>>

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Su pulso se aceleraba a la vez que él corría con la pequeña figura en sus brazos; tal vez fuese idea suya, pero aquella dama en desgracia se acercaba cada vez más a Leo, no importaba lo mucho que corriera, el rostro cubierto en marcas celestes siempre estaba ahí al igual que sus penetrantes y luminosos ojos, los cuales pudo apreciar por una ligera fracción de segundo. Una oleada de angustia y pánico invadió todo el cuerpo de Leo en el momento que pudo apreciar con un ligero detenimiento los ojos de la mujer.

"Luna menguante seis"

La inquietud que esto le generó fue tanta, que no pareció notar los múltiples desniveles que comenzaban a generar en el suelo debido a la amplia vegetación que se había formado dentro de lo que quedaba de la iglesia; la oscuridad de la noche hace que sea aún más difícil evitar tropezar mientras huye de aquella dama. A la distancia logra apreciar una particularidad, parecía ser el techo caído de la iglesia, con su característica forma circular.

Sin tener otra alternativa para ser capaz de escapar, Leo sujetó con fuerza a Kika para después deslizarse por aquella estructura, que, debido a su forma, le otorgó un deslice de gran velocidad; al llegar al límite de la estructura, el moreno calló dentro de una zona desconocida, la nieva salía de todos lados y cubría los muros de la zona. Cuidadosamente, Leo bajó a Kika de su agarre para investigar el área a medida que la pequeña lo seguía alrededor; los muros contenían una gran variedad de diferentes huecos, escritos en una lengua la cual el cazador no podía comprender, sin embargo, parecía ser que su pequeña acompañante comprendía todo a la perfección.

-San Juanito ¡ven ven! -. Dijo Kika mientras jaloneaba la tela de su uniforme para guiarlo a donde ella miraba con asombro; al fijar su mirada donde se le fue indicado. Sus ojos marrones se abrieron con la misma sorpresa con la que contaba la niña al leer los que estaba escrito en el muro: "Ollin y Tonatiuh"

La memoria de Leo rápidamente comenzó a trabajar, tratando de recordar donde había visto o escuchado estos nombres...

"- Verás Leo, la llorona no es un demonio cualquiera...es un alma en pena antes que ser un demonio-. Habló la señora Rosa mientras vendaba el brazo del moreno, prestando total atención a la mayor. – Yoltzin era una madre como cualquier otra, cuidaba a sus hijos, Ollin y Tonatiuh. Ella solía vender las flores que cultivaba de día para volver hasta altas horas de la noche; en una de esas ocasiones...un incidente ocurrió mientras ella y sus hijos regresaban de la jornada de trabajo, su hogar se encontraba en llamas, iluminando toda el área alrededor del fuego rojizo el cual se movía con brusquedad debido al fuerte viento que reinaba esa noche. Desesperada, Yoltzin bajó de su chalupa a apagar el caos con cualquier medio disponible en el momento...sin embargo, ese simple descuido fue suficiente para que ella se separara de sus hijos; el viento de aquella fría noche había sido suficiente para mover la chalupa a través del chinamperio...alejando a Ollin y Tonatiuh de su madre por siempre, sin que Yoltzin supiera el triste final que tuvieron sus hijos -."

Aquella historia resonaba en la mente de Leo mientras su mano se deslizaba gentilmente por la fría piedra del muro...eran ellos; si él conseguía mostrarle a la llorona lo que había pasado con los niños ¿ella cedería ante el sol? ¿Finalmente detendría su cacería al ser capaz de encontrar la paz? Aquel grito desgarrador volvió a retumbar en los oídos del cazador, anunciando que su enemiga había dado con su localización; con rapidez miró a los alrededores en busca de Kika para salir del lugar, y cuando su mirada por fin cayó en ella...la escena le heló la sangre como ya había ocurrido con anterioridad.

-¡Ya déjame! ¡Yo no soy tu hija! -. Exclamaba la morena a la vez que retrocedía del demonio, apuntándole con una rama que había encontrado entre los escombros. La sexta luna miraba con angustia hacia la niña a la vez que intentaba aproximarse... ¿por qué su "hija" se alejaba? ¿Ya no la amaba?. – ¡Dije que te vayas! -. Gritó una última vez Kika antes de arrojar aquella afilada rama hacia el demonio, dando un ligero golpe en su frente. Aquella fue la gota que derramó el vaso, puesto a que, al levantar la mirada de nuevo, aquellos ojos rojizos penetraron el alma de la niña...aquella pequeña acción le hizo hervir la sangre, segundos después...aquella dama se abalanzó sobre Kika, lista para darle el castigo que merecía por levantarle la voz a su "madre".

La leyenda de los DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora