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 Día 60

Todos sabemos, porque lo hemos leído en la Historia, que la costumbre es matar al mensajero portador de malas noticias. Se le torturaba y se le mataba, para desahogarse. Se les asimilaba a la propia naturaleza del mensaje. Ahora, yo era la mensajera y no estaba en mejor situación. Había sido una estúpida al contar a Namjoon la verdad sobre la actuación de Minnie, había matado nuestra relación, que apenas acababa de nacer. Para empezar, no era de mi incumbencia y, para seguir, había conseguido provocar su huida. Ahora estaba sola ante las preguntas de todos. ¿Cómo les iba a contar? ¿Cómo iba a confesarle a Sol que había traicionado su confianza? ¿Cómo podría mirar a Minnie a los ojos y soltarle que la había desenmascarado ante su marido?

Por el momento, sólo Minsu estaba al corriente porque me había encontrado llorando en la cocina cuando salía del castillo, agotada de bailar durante toda la noche. Después de escuchar mi historia, intercalada de convulsos sollozos, se había hecho cargo de todo y había contado a Minnie que había visto a Namjoon y que tenía mucha prisa por un asunto urgente. De eso hacía ya dos días; ahora todo estaba a punto de reventar. La mujer de Namjoon sentía que le faltaban algunos datos clave y no dejaba de mirarme con sus ojos color esmeralda, como preguntándome si estaba segura de que no pasaba nada.

Desde esa mañana, estaba intentando relativizar, quizás para no autoflagelarme tanto. La noche del baile había sido horrible para mí, mucho antes de la fuga de Namjoon. Minnie había sido muy desagradable y su comportamiento conmigo espantoso: humillarme como lo hizo delante de sus amigos fue muy vil por su parte. Ya era hora de que Namjoon supiera la verdad. ¿Cómo había podido ser capaz de desaparecer, disimular un secuestro y dejar a su marido plantado y sumido en el remordimiento durante años? ¿Y cómo había podido reaparecer después y atreverse a mirarle a la cara?

Si le conté a Namjoon que en realidad había huido con un amante, no fue por vengarme, sino porque se culpabilizaba por nuestra aventura. Su tristeza, su empatía por la «pobre» Minnie, una mujer valiente y amnésica... habían terminado por volverme loca. ¡Alguien tenía que decírselo! Ahora, su desaparición era el castigo que debía pagar.

* * *

Namjoon no era el que daba vida y animación al castillo, de eso se ocupaba SeokJin y normalmente lo hacía de maravilla. Pero esta vez, cuando llegué a la sala de lectura que está junto al salón rojo, me lo encontré con un aire moribundo y la mirada perdida.

—SeokJin, ¿qué te ocurre? Pareces deprimido.

—No... nada.

—¡Cuéntame!

—Nada, estaba recordando cuando nos besamos y lo siento, no hubiera tenido que hacerlo, es que soy instintivo y no pienso. No quiero que lo que ha pasado cambie nada entre nosotros...

Como si mi vida no me pareciera ya bastante completa y complicada ese día. Los dulces labios de SeokJin robándome un beso... ni hablar, no quería pensarlo. Yo lo había ocultado y él tenía que hacer otro tanto.

—No hablemos más de ello, ya te lo he dicho, sinceramente. Eres mi amigo y no ha cambiado nada.

—¿Tienes noticias de Namjoon?

—Ninguna.

—Esta desaparición me parece muy misteriosa, yo suelo estar al corriente de sus misiones urgentes.

—Estoy segura de que regresará muy pronto.

—¿Antes de Navidad?

—Bueno, Navidad es mañana... no sé si tanto.

Nos sobresaltó el crujido de la madera del piso. Minnie estaba de pie bajo el marco de la puerta. Hacía como que acaba de llegar, pero parecía que no había perdido detalle de la conversación. Saludó a SeokJin, que encontró inmediatamente una excusa para dejarnos solas. Pensó que hacía lo correcto, pero era la peor idea que podía tener.

Muerdeme - KnjDonde viven las historias. Descúbrelo ahora