¡ADVERTENCIA!
Este capítulo contiene material sexual y lenguaje explícito. Se recomienda discreción por parte del lector.
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Estaba acostumbrada a los hombres gordos, pesados y borrachos babeando sobre la barra del Club Pistil, estaba acostumbrada y cansada de sus vulgares Intentos de ligar conmigo. Ser una camarera de veintidós años en un bar donde van a parar todos los hombres desafortunados en amores era como ser un saco de carne en medio de un montón de muertos de hambre. Algunas noches había hombres con un poco más de clase, que subían la media; pero aun así mi lugar de trabajo distaba mucho de ser un punto de encuentro de príncipes azules — más bien, era una charco de sapos que tendrían que pagarme millones para que les besara—. Era consciente de que yo valía más que ese trabajo, pero no tenía elección: debía pagarme los estudios y, desde el final de la crisis de la sangre, el "éxito" era una cuestión de supervivencia. Recordé lo simple que solía ser la vida, antes de perder a mis padres, hacía un año. Me habían dejado sola.
Por un salario ínfimo, tenía que sufrir el acoso de sus miradas posándose sobre mí, desnudándome... Tal vez deberían gustarme, hacerme sentir halagada, complacida... En cambio, cada día que pasaba me daban más asco.
Esa noche de noviembre, mi jornada no se escapaba a la rutina: lavar, enjuagar y secar vasos, servir, recoger y soportar a los hombres. Era lo mismo de siempre, pero a veces parece que una gota de agua basta para colmar el vaso, incluso para provocar una cascada que te puede cambiar la vida.
Como de costumbre, el viejo Yoo Jae-myung llegó a las diez y se encaramó en su taburete favorito. Ya estaba "en forma": borracho hasta las trancas y lanzándome miradas lascivas directas al escote. Me di cuenta de que la noche iba a ser larga. Jae-myung me hacía agacharme para recoger cualquier cosa que hubiera tirado al suelo, sin apartar la vista de mi entrepierna. Hacía calor, me había puesto unos pantalones cortos vaqueros y la camiseta de tirantes blanca de rigor, impuesta por el jefe. Un uniforme demasiado pequeño y demasiado corto, ideal para hacer beber y ganar dinero. Jae-myung, en un arrebato de valentía, me agarró por las caderas y me acarició el trasero. Nada nuevo; sin embargo, por primera vez, me negué a quedarme callada sin hacer nada. Empujé al viejo, le tiré el delantal a la cara y salí del bar con la intención de no volver jamás. El jefe trató de detenerme, pero ya era demasiado tarde: tenía que huir de allí.
—¡Las chicas como tú han nacido para excitar a los hombres, ese cuerpo no está hecho más que para el vicio, lo llevas escrito! —me gritó Jae-myung desde la entrada.
Sus groseras palabras merecían que me diera la vuelta para defender "ese cuerpo" y de paso mi ego, pero preferí cerrar los puños y seguir caminando. No era la primera vez que me acusaban de provocadora. La sociedad exigía a todas las mujeres que fueran delgadas y con marcadas formas femeninas, y yo las
había heredado de mi madre, pero no me sentía para nada orgullosa. Odiaba esa silueta demasiado "femenina" que tan a menudo me hacía víctima de insultos y amenazas.
Estaba nerviosa y furiosa, probablemente por eso no miré antes de cruzar la carretera. La noche era oscura y densa, la luna llena emitía una pálida luz.
Tenía frío sin mi abrigo, quería echar a correr, llegar a mi estudio y darme una ducha caliente para lavarme de todas las miradas sucias. Quería huir, rápido y lejos... a una vida diferente. Me acuerdo de las dos pequeñas luces amarillas que se acercaron a toda velocidad y de su halo, más intenso a cada segundo que pasaba. En vez de alejarme, me quedé allí plantada, como si estuviera hipnotizada. Se profirió un ruido sordo, hubo dolor, y luego... nada.
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Muerdeme - Knj
FanficEl mundo actual se divide entre mortales y vampiros. La sociedadparece haberse adaptado a la coexistencia de las dos especies, perolas desconfianzas persisten. Una noche, un coche que viaja a granvelocidad atropella a So dam, una joven de veintidós...