Capítulo 5

140 12 0
                                    

El maestro de matemáticas se había enloquecido literalmente. Nos regaló un discurso o un sermón cargado de reproches sobre cómo debíamos comportarnos. Era el primer día y ya estaba para ir al hospital psiquiátrico. Infundía miedo, más que confianza ese hombre. Su voz iba a romper las ventanas pivotantes. 

Todos los alumnos guardaron silencio ante el vendaval de moralidad que el maestro escupía. Frederick también atendía, aunque con un ojo morado y el labio fisurado. Aquella pelea lo había convertido en un chico bueno: ya no se veía tan rebelde como antes, su orgullo estaba herido y su rostro mostraba mansedumbre. En cambio, el chico tímido se veía igual que antes. Era como si nada hubiera ocurrido.

Antes de terminar las clases, el maestro se ausentó unos momentos y varias chicas se arrimaron hacia el chico tímido, pues había mostrado su dotes. Pero hace una hora ni siquiera sabían que existía. No sé si ese chico les iba a hacer caso a esas zorras que no paraban de reír y parlotear.

Yo me quedaba ensimismada mirando el rostro de mi salvador. Cuando no se escondía, su rostro se volvía angelical. Aún despeinado se veía más lindo. Su apariencia de diccionario no ocultaba su gallardía y fuerza. El chico tímido me miró y apartó la mirada.

Tenía unos hermosos ojos verdes.

. . .

Miré para otro lado y me quedé embobada pensando en trivialidades. De pronto alguien me tocó el hombro.

—¿Qué pasa? —dije sin voltearme.

Me volvió a tocar.

—Tal vez debería hablarle... —susurré.

—Hola —dijo el chico tímido.

—¡Ay! —me crispé.

—Perdón, ¿te asusté? —dijo él.

—No, no es que...

—Bueno, lo que quería decir es que eres bonita desde cualquier distancia...

—No tengo lápiz... espera, ¿cómo dijiste?

—Me llamo chico tímido —Me estrechó la mano.

—Me llamo Sophie —Yo también hice lo mismo.

Se me quedó mirando en silencio. Yo me puse nerviosa.

«A ver, cabeza, piensa en una respuesta».

—Gracias por defenderme en el receso y...

—Bueno, en realidad yo empujé a Frederick porque me había copiado...

—¿Copiar qué?

—¿Lo de levantar faldas? Mentira.

—Tengo que hacer algo, ¿me acompañas?

—No me has respondido aún, chico tímido.

—Te lo diré si me acompañas…

—¿A dónde?

—Al paraíso del placer.

—Con gusto.

. . .

No podía ser cierto. Me había dormido en clase, mientras el profesor explicaba el tema.

Mi travieso galán ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora