Una noche calurosa, sentada en medio de la calle miré hacia el frente.
Alli encontré una columna blanca, vacía, sola en medio de dos imponentes locales.
De repente no podía despegar mi mirada de ella.
Los autos y colectivos pasaban cada vez más rápido de un lado al otro casi sin detenerse; la gente al rededor caminaba apresuradamente, pero mi vista estaba tan fija en esa sólida columna que sus siluetas se desdibujaban al rededor.
Unas fuertes ganas de bailar me invadieron. Ganas de pararme sobre el banco en el que estaba y ser libre.
Pero ese sentimiento se enfrió de golpe.
El mundo se volvió más grande y yo me volví más chica; me sentí sola, vacía.
Una sensación de angustia y frío comenzó a extenderse por mi interior, desde mis pies hasta mi cabeza y la punta de mis dedos.
No podía moverme. Todo se sentía cansado pero en tensión absoluta, como si el más mínimo movimiento me fuera a derrumbar.
Poco a poco el miedo y la angustia crecían, tanto que me encontré llorando sin siquiera notarlo, sin moverme ni emitir sonido.
Poco a poco se aceleró mi respiración, mi vista se nubló.
Seguía sin poder moverme.
Solo estaba yo, mirando fijamente la blanca columna de enfrente mientras todo el mundo seguía funcionando fuera de mi cabeza.
Intente respirar, centrarme en eso. Y poco a poco mi ritmo cardíaco se acompaso.
Pero el miedo seguía latente.
La sensación de ser insignificante y estar sola continuaba manteniendome inmóvil.
Poco a poco comencé a moverme, debía llegar a casa.
Como pude con piernas temblorosas recorrí los pocos metros que me separaban de la parada.
No se si fue suerte pero el colectivo llegó rápidamente. Subí temblando y con la poca energía que sentía pague el boleto.
Todo se sentía lento y pesado.
La sensación de frío helado que me envolvía y no me permitía moverme se fue deshaciendo poco a poco.
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Escritos de una Noche de Insomnio
PoesíaFicción y realidad. Los recuerdos perturban mi mente y decido volcarlos en palabras. Escritos de lectura individual que reflejan distintos momentos de la vida.