En el hospital, Akane se había sentado en la sala de espera.
Cada poco se veía obligada a esconder su rostro con ambas manos evitando soltar una risa.
Era horriblemente bueno lo que estaba sucediendo, Akane estaba contenta de solo saber que aquella mujer corría gran riesgo de morir.
De que ya no la golpearía o intentaría venderla a hombres.
Que ya no se sentiría asustada de solo pensar que en la noche algún hombre con malas intenciones entrase a la fuerza y con permiso de su madrastra.
Sintió a alguien sentarse a su lado, llevaba capucha y una mascarilla, pero Akane pudo ver la sonrisa que le dedico, se inclinó hacia el chico y recargo su cabeza de su hombro.
—Tenko —murmuró en saludo.
—Akane ¿Ya cenaste?
—¿Ah? No, no puedo —intentó fingir que estaba triste, tenía miedo de que Tenko se percatara de su alegría y la odiara por desear con tanta fuerza la muerte de su madrastra.
—¿Por qué no? Dudo que ella salga corriendo y escape —dijo moviendo a Akane para que se sentara derecha, coloco un mechón tras su oreja sacándole una pequeña sonrisa.
—Es solo que... —suspiró.
—Vamos, te llevaré a comer.
—Esta bien —murmuró Akane aceptando la mano que el peliazul le tendía.
La rubia no se percató de que alguien desconocido, entraba a la habitación donde aquella mujer se encontraba.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
