Tres

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Mei despertó. Se cubrió de nuevo con las frazadas y se giró a su derecha. El futón le pareció bastante suave por un momento. Incluso, la almohada era muy suave.
Era como si estuviera durmiendo en suaves y esponjosas nubes.

-Ay… Mi futón realmente es delicioso… se siente como si fuera una nube muy esponjosita… -murmuró

Se cubrió hasta la cabeza y aspiró el aroma de las frazadas. El olor a la colonia de Atsushi penetró suavemente por su nariz.

Aquellos matices florales y amaderados cosquillearon levemente sus fosas nasales, y un suave olor a estragón y azucenas se caló profundamente en ella, haciéndola babear.

-Y amo este olor a colonia de hombre… Este olor tan delicioso y suave… Ah, que suave, que delicioso…

En ese instante, su mente le recordó que ella vivía sola y que ninguna colonia de hombre había sido aplicada sobre su duro futón en su piso de madera antes. Se despertó con violencia, y se quedó sentada en la cama pensando. Los pensamientos le vinieron rápido, como un montón de luces de cámaras fotográficas. La cabeza le comenzó a doler, así que cerró los ojos.

-Mierda… Duele… necesito una aspirina…

Mei entreabrió el ojo izquierdo, muy levemente. La habitación tenía una iluminación natural bastante suave. Era blanca con algunas paredes de color durazno. Miró la suave cama, y las frazadas entre rojas y negras, casi de terciopelo. El aroma de la colonia volvió a intoxicar su sistema respiratorio, y se refugió en la cama nuevamente, aspirando ese aroma. Le encantaba, no sabía muy bien la razón. Abrazó la almohada y no notó su desnudez, sino hasta que estiró los brazos y sus pechos rebotaron contra la cama.

-¡¿Qué demonios?! -gritó la chica, asustada. Se levantó nuevamente y el rastro del dolor de cabeza cedió por un momento. Notó leves chupones en sus pechos. Como pudo, se levantó de la cama, confundida.

En ese momento, Atsushi entró a la habitación. Estaba recién duchado, y una toalla morada lo confirmaba. El cabello le goteaba, y su cuerpo, tonificado y musculoso, también tenía marcas.

-Despertaste, Mei. Pensaba dejarte dormir un poco más. -desvío la mirada con pena al notar a la chica desnuda frente a el - Noté al despertar que estabas durmiendo con mucha paz, casi sobre una nube, así que intenté no hacer mucho ruido…

-Exijo una explicación a todo esto. -Mei cortó el monólogo de Atsushi, mirándole con una ceja enarcada.

-Quiero dártela, Mei… Pero no recuerdo nada… Solo sé que desperté a tu lado y ambos estábamos desnudos… Teníamos estas marcas en el cuerpo y estábamos agotados…

-Muy bien, muy bien. -Mei se tomó el puente de la nariz, cerrando los ojos, mientras pensaba. Su dolor de cabeza volvió. - Exactamente… hasta qué… ¿Hasta qué parte recuerdas?

-Seis Martinis y tres Mojitos…

-Igual yo… No logro pasar de ahí… es como si mi mente se quedara en blanco… Agh… la cabeza me duele… por un demonio… -por un momento, a Mei se le olvidó su desnudez- ¿Dónde están las aspirinas?

-Te traeré una. Solo… espérame aquí, ¿Sí?

Atsushi salió corriendo de nuevo al baño. Mei agradeció que Atsushi fuese tan atento, a pesar de que ninguno recordara absolutamente nada de la noche anterior. Cuando Atsushi llegó, no pudo evitar notar el cuerpo torneado y definido de la chica, que anteriormente había tenido desnudo y para sí mismo.

-Ten, traje la pastilla… -la extendió con un vaso de agua. Mei la tomó.

-Gracias… ahora necesito saber la hora… -cuando sacó su celular, se dio cuenta que estaba sin batería- Mierda.

La canción de amor que amé en abrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora