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El alcohol saca el verdadero yo de las personas. Aunque en algunos casos, es mejor dejarlo dentro.

Todo había salido bien.

Después de darme una ducha - porque sí, terminé haciéndole caso a Shrek y al final me duché - me había encontrado fuera de la habitación con mi jefe como me lo había pedido unas horas antes esa misma tarde.

Ambos fuimos a lo de la firma cerca de donde nos hospedamos y nos terminamos encontrando con quienes teníamos que hacerlo. Después de todo, el día en general pasó mucho más rápido de lo que podría haber esperado en un inicio.

A eso de las nueve cuando ya habíamos terminado, Katsuki me pidió - y por pedir, quiero decir; me exigió de forma muy educada y formal - que lo acompañara al bar del hotel a beber algo con él.

Al parecer el señorito no quería pasarse la noche encerrado en su habitación. Digo, no era como que me importara mucho lo que Katsuki Bakugō quisiera y lo que no, el problema más bien estaba en que el idiota era prácticamente el dueño de la empresa en la que trabajaba y sinceramente no me apetecía mucho llevarle la contra.

En fin. Sí, definitivamente el hijo de papi no quería quedarse dentro de su habitación, pero por contradictorio que fuese, tampoco quería estar fuera si eso significaba andar solo por ahí, y como no, la única persona a la que podía arrastrar consigo en esos momentos era yo, para eso me pagaba, aunque bueno, mi contrato no mencionaba nada de esto; recibir dinero a cambio de compañía.

Me sentía como una prostituta, sin ofender a las prostitutas, claro. De hecho, creo que incluso preferiría ser una en lugar de estar como perrito faldero recogiendo las sobras del ogro de mi jefe. Al menos así podría escoger a quien lamerle las bolas y a quien no.

Al final acepté lo del trago, no era como si hubiese tenido muchas otras opciones de todos modos. Quería conservar mi empleo. La verdad no tenía muchas ganas de perder un buen sueldo que me había esforzado en encontrar. No quería mandarlo todo a la basura solo por no ir a beber algo con un imbécil un Sábado por la noche.

Mejor acceder a la buena.

Al principio el ambiente estaba más apagado que un funeral. No llevaba tanto dinero conmigo y aunque el lugar era bastante precioso, lo cierto era que estaba aburridísimo. Mi plan de ver ese maratón de amas de casa desde mi teléfono y echado en la cama era mucho más interesante que el de beber ahí en el bar del hotel, en serio.

Lo único que quería era llegar a mi habitación para encerrarme en ella y dormir. Al día siguiente tomar mi maleta - la cual aún no había deshecho - y salir a primera hora por la mañana para no tener que pasar más tiempo con mi jefe del estrictamente necesario en mi horario laboral ya establecido.

Aunque.. así sin más, mi perspectiva empezó a deformarse después de los primeros cinco tragos.

En el octavo trago la noche ya había dado un giro completo, y lo que al principio me parecía aburrido, a eso de las doce se había convertido en risas y pláticas sin filtro, así como la persona que tenía al lado la cual antes me parecía pedante y molesta, en un parpadeo pasó a parecerme genial y divertidísima.

— No te creo — Katsuki Bakugō, el gran idiota de mi jefe, el mismísimo Shrek en carne y hueso estaba medio ebrio platicando en la barra del bar conmigo como si fuera lo más natural del mundo, como si ambos fuéramos dos grandes amigos de toda la vida. — ¿Y qué hiciste?

— ¡Me dio muchísima vergüenza! — confesé dándole otro largo trago a mi bebida. — Tuve que fingir que era broma, obviamente. De haber sabido que era mi tía, jamás le habría propuesto semejante cosa como hacer un maldito trío.

Piccolo slittamento [Pequeño desliz]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora