parte 2.

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Pisa hierbaje. Detrás de ella hay criadas y hombres a su alrededor esperando a que ordene emprender la marcha, son doce en total. Les hace una seña con la mano y los hombres echan a caminar tras ella hacia el bosque. Aquellas personas empezaban a razonar si su señorita andaba en los pasos del demonio, puesto que era esa época donde las personas eran ignorantes ante el mundo y conocían simplemente una  ilusión creada por el hombre, Aldith continua adentrándose al bosque sin decir palabra alguna.

Luego, Aldith se sorprenderá de lo bien que conoce esa parte del bosque aunque jamás haya ido a ese lugar, al menos cuando no está soñando, pues aquellos sueños vienen repitiéndose con más frecuencia en los últimos meses, e incluso con más detalle.

Delante, en la espesura, oyeron el sonido de una cascada. Se adentraron en el bosque, mirando bien de donde proviene aquel sonido, sin necesidad de que los exploradores la guíen Aldith llega a la cascada, detrás suyo vienen sus hombres y criadas que al ver lo bien que ella conocía el bosque empezaron a murmurar ¿por qué aquella señorita que gozaba de un buen estatus social conociera los caminos de un bosque peligroso donde no debería estar una dama? sin prestar atención a lo que murmuraban los hombres, Aldith tomó de su bolsa de cuero una cantimplora llenándola de agua al final de la cascada. Se levantó y se dio media vuelta, sonrió a la luz apagada del atardecer que se reflejaba en el agua. El sol mostraba las seis de la tarde. Uno de los hombres saco una flecha de su carcaj y la coloco en el arco con una movimiento experto. Aldith al ver el movimiento del hombre lo mira confundida.

-Allí adelante hay tres ciervos, joven señorita- dijo aquel hombre

Aldith dirigió su mirada, tenía razón, allí habían tres ciervos. Eran hembras. Dos estaban preñadas, y la tercera era más delgada y más grande seguramente acababa de parir a su cervatillo.Un poco más allá había un macho joven. Tenía una cornamenta pequeña que indicaba que todavía no había podido ganarse el derecho de aparearse aquella primavera, pero también tenía una atención fija en las hembras que indicaba que era lo suficientemente mayor como para tener esperanza de hacerlo.

El hombre disparó la flecha. El zumbido del arco hizo que el animal moviera la cabeza y tensara el cuerpo justo en el instante en el que la flecha se le clavaba en la base del cuello. El ciervo dio dos pasos atrás, cayó de rodillas y se desplomó hacia un lado.

Aquel hombre soltó el aliento que había estado conteniendo y se acercó lentamente al ciervo. Se inclinó para sacar la flecha del cuerpo del ciervo. Cuando la flecha se deslizaba hacia afuera, el pecho del animal explotó hacia afuera y le salpicó de sangre. El hombre retrocedió tambaleándose y se llevó la mano al cinto donde tenía guardada su daga, se volvió a inclinar para destripar el animal y prepararlo para cocinarlo en la fogata.

Todos los presentes en silencio se sentaron en círculo alrededor de la fogata. Aldith se sentó unos pasos atrás de ellos, tomó su libreta y empezó anotar los sucesos del día, sin darse cuenta que delante de ella estaba uno de los hombres, justamente el más joven de ellos.

Aquel joven le extendió un cuenco de estofado caliente y un pedazo de pan, Aldith pensó que seguramente no conocía la situación entre amo y criado, pero al instante eliminó ese pensamiento y consideró que tal vez solo quería ser amable con ella y lo recibió.

-gracias- dice Aldith mientras manda un bocado a su boca.

-de nada, joven señorita- balbucea el joven.

-¿cual es tu nombre?-sin poder contener la curiosidad que le impregnaba aquel joven, rápidamente pregunto por su nombre.

-me llamo Eyden

-un gusto Eyden

-el gusto es mio,joven señorita- con la acción de agachar su cabeza hacia adelante se despide Eyden.

El joven apresuradamente se dirigió a donde están los demás hombres. Mientras ella comía, observaba la luz del fuego reflejada en la cara de los hombres quienes en ese momento estaban orando para agradecer a Dios por haberles permitido tener un día productivo. Su oración estaba llena de respeto y agradecimiento.

Dios, te agradezco el regalo de este bendito ciervo. Apresura su viaje hacia ti. Acéptalo, cuídalo, recompénsalo.Observa favorablemente la caza y a tu gente como has hecho durante siglos.


Aquellos hombres terminaron la oración con la señal de la cruz y por consecuente se llevaron el cuenco del estofado a sus bocas.

Al acabar la cena, todos se fueron a sus respectivas tiendas permitiendo el descanso de un día agitado.

Mientras se acomodaba entre las pieles de la tienda, ve unas luces que provienen de la cueva que se escondía detrás de la cascada a lo que Aldith le ocasiona curiosidad y decide adentrarse a aquella cueva. En la cueva se podía apreciar una intensa luminosidad evitando que pueda ver que o quien la desprendía. 

claro de lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora