claro de luna

Plenilunio

                                                      1.

En la claridad entre los robles de un bosque de Lemgo con un porte fino y delicado una joven que vislumbraba belleza, un largo cabello castaño claro junto a unos hermosas perlas color ámbar, se dirigió al pequeño monte de césped con un libro de astronomía en su mano, los sueños vuelven a acosarla, diciéndole que vaya a aquel lugar en el que yacía.

En el sueño se halla a la vera de aquel espeso bosque con sus prendas soltando un olor a Fresia, aquella flor que reflejaba una de las cuatro estaciones del año, que sigue al invierno y precede al verano, la primavera, siendo su olor tanto ligero como profundo. Por aquel sueño se sintió angustiada, como si fuera a ocurrir alguna desgracia si la joven no se dirigía al sitio que se le indicaba.

En su espalda cargaba una bolsa de cuero en la cual albergaba una libreta de notas que siempre llevaba consigo desde pequeña y un poco de fruta que tomo apresuradamente al irse de su hogar sin avisar. Es el año de 1448.

Dos años después de la época en que transcurren esos sueños, Aldith se revuelve en la literatura y libros de ciencias ocultas fluctuando por un momento entre el sueño y la vigilia, antes de hundirse de nuevo en ese mundo, de sumergirse más profundamente, como alguien que se ahoga en el recuerdo; pues esos sueños no son nuevos ya estas alturas sabe que le llega cuando descansa la cabeza en la almohada después de un día de discusiones con su padre, aquella figura paterna que ya no se albergaba alguna emoción por ella desde que su actual mujer tuvo un hijo varón, aunque no le enfadaba que su padre pudiera seguir adelante después de la muerte de su madre hace 16 años cuando ella tan solo tenía 6 años y necesita más que nunca amor y cariño.

Ensueño y realidad se confunden, porque Aldith ha visto aquella persona o entidad que la llama mientras soñaba y mientras estaba lúcida, aunque ahora los dos reinos se han vuelto indistintos.

Estoy soñando

No estoy soñando

Lo estoy. Lo estaba