III

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Vivir en Seúl no te convertía, inmediatamente, en un experto viajero del metro y el tren. Por lo menos no lo había hecho con Jungkook. Se quedó mirando, en el tablero informativo de la estación de Seúl, los tiempos y destinos de los trenes, en letras naranjas, que se arrastraban lentamente de derecha a izquierda. Como siempre que viajaba más allá de su zona de confort, Jungkook se sintió incómodo. 

Dudó al comprar el billete, no sabía si debía escoger uno abierto, uno de ida y vuelta, o uno sencillo. Sabiendo que no tenía idea de cuándo regresaría, ya que al parecer tendría que encontrar primero al asustadizo gato, optó por la opción más barata y compró el sencillo. Luego compraría otro para regresar a casa, cuando sea que eso fuera. Aún con su tarjeta de red ferroviaria pagó la considerable suma de 3800 wons, dinero que de otro modo habría gastado en comida para llevar, se dijo. 

Se enganchó la mochila en el hombro, y comenzó a abrirse paso entre la inmóvil y maleducada multitud de trabajadores londinenses. Le esperaba un viaje de media hora en metro desde Seúl a Daejeon, y luego una hora y cuarenta y cinco minutos en tren hasta Busan. Rebuscó en su mochila para encontrar su ipod, y se pasó los treinta minutos en metro escuchando las diferentes listas de reproducción. 

Se sintió aliviado cuando el tren se detuvo en el andén y caminó hacía la parte trasera. Ni siquiera echó un vistazo a los pretenciosos asientos de primera clase, en serio, ¿quién pagaba más por una servilleta y una taza de té? Pulsando el botón circular que abría las puertas, encontró un asiento al lado de una ventana, asegurándose de no haber escogido uno que lo obligara a viajar por casi dos horas mirando hacia atrás, dejó caer su mochila en el asiento de al lado, contento de estar en camino. 

Se apoyó en el reposa cabezas y cerró los ojos. ¿Qué demonios hacía viajando a Busan? 

Infiernos, ahora que estaba lejos de Jimin, el fantasma, estaba empezando a dudar de su cordura. Estaba viajando... ¿A cuánto? A doscientos kilómetros, o algo así, para rescatar al gato del fantasma de su apartamento. ¿Qué diablos le pasaba? Sabía que todo esto era una locura, y sin embargo... allí estaba, haciéndolo. 

Jungkook restregó sus manos por su rostro, sabía por qué lo hacía. Lo hacía para no sentirse, la próxima vez que viese a Jimin, abrumado de tristeza por el hombre. Quería darle algún tipo de comodidad, y si tenía que hacer algo que cuestionaba su cordura para lograrlo, por sus muertos que iba a hacerlo. Una pequeña sonrisa se asomó en sus labios mientras recordaba la conversación que había precedido a su pequeña excursión fuera de casa. 

— ¿Baldrick? —preguntó Jungkook, luchando contra una sonrisa y, curiosamente, aliviado de que fuera un gato, de quien hablaban—. Al igual que en, "tengo un astuto plan, Baldrick". 

 —Supongo que estoy en presencia de un fan de Blackadder. 

—Lo estás. —Asintió con orgullo.

—Entonces, cuando lo veas entenderás cómo de acertado es su nombre. —La expresión de Jimin se volvió más seria—. Eso si... si vas a buscarlo por mí. 

Jungkook se pasó la mano por la parte de trasera de su cabello, sin saber qué contestar. —Eh... 

— ¿Por favor, Jungkook? 

Fue dicho en voz baja, y tan intensamente que era evidente cuánto le había costado pedirlo Se sintió claramente avergonzado, en el límite de sus fuerzas, y necesitado de algo de su casa, algo que amaba. 

—Sé lo ridículo que suena, y que te haré perder tu tiempo, pero... se suponía que sólo me iría por una noche. He estado fuera tres y no debe tener nada para comer. 

 — ¿No tienes una gatera? ¿No puede salir a cazar? —preguntó Jungkook, curioso. 

—Sí, pero... realmente no puede cazar. 

👻 Jikook 👻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora