VII

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— ¡Discúlpeme! 

— ¡Oh! Lo siento. Permítame — Jungkook se arrodilló para ayudar a recoger las compras de una viejita, con la que había chocado accidentalmente, mientras bajaba del metro.— ¡Ay! ¿Qué demonios? —Miró desde su posición en cuclillas justo a tiempo para ver a la anciana balancear su bolso hacia su cabeza, y logró bloquear el golpe—. ¡Le dije que lo sentía! 

— ¡Tenía los huevos ahí! 

—Jesús, señora, le compraré otros huevos. —Se levantó y esquivó un golpe con el brazo—. ¿Quiere dejar eso ya? 

— ¡Oh! —exclamó la señora, con lo que Jungkook creía era un sobre exagerado espectáculo de indefensión, mientras las puertas del tren se cerraban—. ¡He perdido el tren! 

—Bueno, habrá otro en dos minutos, son bastante regulares, así que... —Se encogió de hombros a modo de disculpa. 

Por lo visto dijo algo incorrecto, porque la anciana balanceó su cartera una vez más, mientras su arrugado rostro se retorcía de rabia. 

— ¡Asquerosa pequeña mierda!

 La boca de Jungkook se abrió como la de un personaje de cómic. Miró a su alrededor, a los transeúntes a ver si alguien más había oído a la furiosa anciana de poco más de metro y medio y cuarenta y cinco kilos, que maldecía como un marinero. 

—No hay escasez de huevos, ¿sabe? 

— ¡Esos eran huevos de corral! ¡Son caros! 

—No, no lo son, sólo son como cuarenta wons más caros o algo así. 

— ¡Cada won cuenta! —fue su remilgada respuesta.

Jungkook no pudo evitar esbozar una sonrisa ante eso. —Mi abuela solía decir eso. 

— ¡Oh! Tú... —Balanceó de nuevo su bolso y Jungkook se tambaleó fuera de su alcance—. ¡Que te jodan!

Jungkook se quedó atónito. Qué anciana más tacaña. — ¿Sabe que tener modales no cuesta nada? —Soltó patéticamente mientras se daba vuelta y caminaba rápidamente, se negó a correr hacia las escaleras de caracol que lo llevarían al aire libre. 

Pasó por alto el pequeño grupo de adolescentes que se reían de él y sacó de su bolsillo los auriculares de su iPod. Eligió una pista de FooFighters fuerte, metió las manos en sus bolsillos mientras bajaba la cabeza e hizo su camino a casa.



🐰



— Jimin, estoy en casa —llamó. Era distantemente consciente de que no debía saludar a su fantasma cuando entraba, como si fuera su marido o novio, pero se moría por hacerlo. Dejó su mochila y se quitó su chaqueta—. ¿Jimin? 

Miró hacia arriba, alrededor de la sala, y su corazón se dejó caer inmediatamente. —Otra vez no. ¿Jimin, cariño? ¿Estás aquí? 

Se sentó en el sofá con un suspiro, y se quitó sus zapatillas. Ya había ocurrido lo mismo antes, una vez, hacía un par de días, llegó a casa y pasó una hora antes de que Jimin apareciera, con aspecto aturdido y confuso, frotando su brazo. Se las arreglado para no llorar como una mujer histérica esa vez, pero seguía asustado como la mierda. 

—Va a aparecer —se tranquilizó. 

Se dirigió a la habitación y se puso un pantalón de gimnasia, hizo un poco de té y se sentó en el sofá para ver la TV mientras se comía un bol de cereales. Busco a través de su guía de programación para encontrar el último episodio de Anatomía de Grey cuando la voz de Jimin en el extremo opuesto del sofá lo sobresaltó. 

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