PRÓLOGO DOS - RAFAEL

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Viernes, 8 de junio del 2018

No me puedo creer que entregase el proyecto hace dos semanas y ya tenga la carta del Instituto Gutenberg en la mano. Me da un poco de miedo abrirla, no sé si quiero que me den la plaza o no. Hace más de tres años que mi madre trabaja todo el día y no hemos reunido suficiente para poder pagar mis estudios y que me den esta beca sería un alivio para ella. Aunque que me la den también significa que le he quitado el puesto a otra persona que lo desea tanto o más que yo.

Aunque hace tiempo que no sé nada de ella, no dejo de pensar que prefiero que la obtenga Laura. Siempre puedo conseguir una beca en otra universidad y dejar que sea feliz. Después de todo, ella ha perdido mucho más que yo y ya yo no estoy cerca para cuidarla. ¡Qué raro es el mundo!

Desde el primer día que la vi a través de la ventana de la biblioteca, siempre estuve pendiente de ella, aunque fuese desde la distancia. Cuando por fin pude hablar con ella en una merienda que celebraron mis padres, dos semanas antes de comenzar el colegio, para que conociera a algunos de mis futuros compañeros de clase, la traté como si fuese una princesa y la seguí a todas partes.

Ese fue mi primer año en el colegio, porque había estado tres años en casa con una profesora que más que enseñarme, me mimaba y me trataba como el hijo que nunca tuvo. La Yaya siempre me quiso con locura y aún lo sigue haciendo. Si no hubiese sido por ella, mi madre y yo no hubiésemos llegado tan lejos cuando huimos de casa. Y todavía nos vemos casi todos los fines de semana. Es la única persona de nuestra vida anterior con la que aún seguimos en contacto.

No he tenido contacto con ningún compañero del colegio, por lo que no he podido preguntar por Laura, aunque nunca me hubiese atrevido. Después de todo, nunca hubo nada entre nosotros e imagino que en estos tres años algún chico de clase ya la habrá conquistado.

Solo de pensarlo me pongo triste, pero el no poder ver a mi padre es lo más que me duele de nuestra nueva vida. Únicamente he hablado con él por su cumpleaños y en las Navidades para que supiese que seguimos vivos. Aunque no hemos mantenido una conversación como tal. Lo llamo, lo felicito y luego cuelgo.

Vivir en una casa mucho más pequeña y sin nadie que limpie o haga la comida no me importa, incluso me gusta, hace que nuestra vida sea más íntima y familiar.

Que mi madre trabaje tanto al principio me molestaba, pero estoy seguro de que si no fuese por el trabajo, no hubiese podido aguantar tanto tiempo sin mi padre, así que, en el fondo, agradezco que el trabajo la mantenga ocupada.

Este cambio también nos ha venido muy bien a los dos, hemos aprendido a organizarnos en casa y nos divertimos mucho aprendiendo. Nos ha pasado de todo, sobre todo a mí, que no había hecho nunca nada de tareas domésticas. Ahora soy un experto limpiador y el mejor cocinero del mundo, o eso es lo que dice la Yaya, pero claro, su opinión no cuenta, porque estoy seguro de que no es objetiva.

DISPLICENTE - COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora