CAPITULO TRES - JACOBO

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Martes, 11 de septiembre del 2018

Casi no me termino de creer que Laura me haya llamado. Cuando no lo hizo el lunes, supuse que se había echado atrás con la proposición de la fiesta, pero tan solo estaba cansada. Así que ahora hemos quedado esta tarde para tomar un café y planificar lo que vamos a hacer el sábado.

Sé que me estoy engañando y que me digo que tan solo es para darles una lección a mis amigos y fastidiar a mi ex, pero la verdad es que Laura me gusta mucho. Tanto, que no dejo de pensar en ella. No porque sea guapa, que lo es, sino por lo bien que me hace sentir y lo agradable que es hablar con ella, como si la conociese desde hace muchos años. Con ella me siento como si estuviese en casa, sin aparentar. Como cuando era niño y hablaba con mis amigos de lo primero que se me pasaba por la cabeza, sin tener que reflexionar que era lo correcto o en quedar bien.

Lo he estado meditando y no quiero ir con los chicos a la fiesta. Siento celos por si alguno de mis amigos intentase ligar con ella y ni siquiera es mi novia. No tengo explicación para esto que siento, no es amor a primera vista, pero sí mucha curiosidad, muchísima, con todo lo que tiene que ver con ella. Tanta, que pensé en preguntarle a Rafael, mi compañero de piso, si la había visto en el Instituto Gutenberg, pero no me atreví ni a nombrarla. Tan solo empecé diciéndole que había conocido el fin de semana pasado a la chica de mis sueños. Y ahí se acabó toda la conversación.

Rafael es un chico genial y todos los días me doy cuenta de ello, aunque parece un poco perdido cuando se trata de relaciones humanas. Se expresa bien, le cuesta socializar. Tampoco le gusta el contacto físico ni que nuestras miradas se crucen demasiado tiempo y nunca lo he visto reírse. Solo alguna vez me ha sonreído.

Parece que sufre el síndrome de Asperger, aunque solo sea levemente, pero luego te sorprende con una magdalena recién hecha cuando necesitas un abrazo y estoy seguro de que es demasiado sensible para muchas cosas. Si hubiese tenido un hermano, me hubiese gustado que fuese como él. Te deja espacio, pero se da cuenta cuando necesitas que esté ahí para ti, y entonces aparece con un detalle que hace que te sientas mucho mejor.

***

Todavía faltan cinco minutos para que Laura llegue al café y la estoy esperando, la persona más impuntual de mi familia, como solía decirme mi abuelo.

Lo de llegar tarde, en realidad, lo heredé de mi madre. Ella siempre tiene algo que hacer cuando vamos a salir o se le olvidan las llaves o el bolso, y si todo va sobre ruedas y vamos a llegar a tiempo, se encuentra a alguien en la puerta o la llaman por teléfono. Mi padrastro, cuando la cita es importante, siempre la engaña con la hora y así llegamos puntuales.

- ¡Llegaste temprano! – exclama y su sonrisa de oreja a oreja me contagia.

- Sí, creo que es la primera vez en mi vida – murmuro, sin dejar de mirarla, está guapísima, aunque parece que acaba de salir del gimnasio después de una clase de spinning.

- Mi hermano me ha obligado a llevar este casco cada vez que utilizo la bici – dice mientras se lo quita – pero vale la pena. Es el mejor transporte que existe para atravesar la ciudad, y si encima te picas con una moto, tienes una clase de gimnasia gratis.

- ¿Una moto? – le pregunto entre risas.

- Sí, en un cruce me bajé para no tener dar una vuelta entera a un parque y lo crucé a pie y se picarón, me dijeron de todo. Todavía no entiendo qué le importará a la gente que tú llegues antes o no. No comprenden que la hora de llegada de ellos no depende de la mía, son variables independientes las unas de las otras.

- Ya estás como mi compañero, todo lo relaciona con variables y ecuaciones. Pero, al final, ¿quién ganó? - le pregunto divertido.

- La moto, son unos tramposos. Se puso otra moto de algún amigo delante y no me dejaba avanzar, pero he memorizado las matrículas, las de las dos. A esos niñatos yo les reto la próxima vez que los vea – se enfada un poco.

DISPLICENTE - COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora