CAPITULO VEINTIOCHO - LAURA

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28 de septiembre del 2018

No veo la hora de llegar a casa de los chicos. Estos dos días me he vuelto loca con mi hermano eligiendo los muebles para el edificio, aunque al final no llegase a decidirme por nada. Santiago ha determinado que lo hablará con Rafael, ya que él es más práctico y que seguro que le será de más ayuda. Pero ¿qué esperaba? Yo nunca he comprado ni una lámpara.

Tengo la maleta dispuesta para el fin de semana, he ido a la habitación del hotel y me he dado una ducha y he terminado de prepararlo todo. Ayer fui de compras con Santiago y me he comprado unos modelitos de infarto. Ya que voy a casa de Jacobo este fin de semana, quiero dar una buena impresión y, sobre todo, quiero dejar a Rafael sin aliento.

Hoy, cuando me levanté, lo eché de menos. Eso de estar más de un día sin verlo no me ha gustado mucho, pero valió la pena. He ido a la peluquería, al estudio de depilación y no me he hecho las uñas, porque es algo que detesto, si no, también lo hubiese hecho.

Me he comprado ropa, un bikini, ropa interior y unos zapatos. Espero que la casa de Jacobo tenga piscina porque este fin de semana voy a desplegar todas mis armas. Aunque no me entienda ni yo misma, ya le he dado a Rafael las cuarenta y ocho horas que le prometí a mi hermano y ahora empieza la gran batalla. Este fin de semana Rafael me suplicará que esté con él y dejará a su novia. Lo siento mucho por ella, posiblemente, sea una buena chica, sin embargo, yo no le estoy quitando el novio. Él era mío antes, pero está confundido.

- Señorita Laura, no sabe cuánto la hemos echado de menos – me saluda Jacobo mientras me abre la puerta.

- Muchas gracias, es todo un placer, yo también a vosotros – le digo, siguiéndole el juego.

- Y para que veas que te hemos echado mucho de menos – me dice Rafael sin despegar sus ojos de los míos – te hemos hecho un juego de llaves. Así podrás entrar y salir de casa cuando quieras. Y Jacobo pidió ayer un sillón cama para el laboratorio, por si se te hace muy pesado irte al hotel por la noche y te quieres quedar aquí.

- Sois unos bobos – afirmo sin saber muy bien qué decir – seguro que Santi tuvo que ver en todo este asunto.

- No, amiga – me dice Jacobo – fue todo idea de mi hermano, ya sabes que siempre está pensando en los demás. Eso de vivir en un hotel tiene que ser un coñazo.

- A no ser que tengas un chico cañón que te dé calor por las noches – añade en tono bromista Rafael – ya sabes que cuando lo necesites, yo no sé mi hermano, pero yo estoy siempre disponible.

- Ja, ja, me parto contigo Rafi – le contesto, aunque no entiendo a que viene esto ahora.

¿Habrá roto con su novia? Así, ¿tan fácil?

- Para eso también estamos a su disposición. Sin embargo, empecemos a comer, que nos espera un fin de semana movidito – me contesta Rafael mientras los dos amigos se pasan los brazos por encima de los hombros del otro, algo que, viniendo de Rafael, me sorprende bastante.

- ¿Tú mareas en el coche? - me pregunta Jacobo.

- No, a no ser que vayamos por una carretera llena de curvas y tenga que leerte el manual de instrucciones del microondas – le contesto, porque no recuerdo haber mareado en un coche.

- Pues, entonces, lo mejor es mi solución – dice Jacobo.

- ¿Qué solución? - pregunto sin saber de qué hablan estos dos.

- Mi solución es que vosotros vayáis en los asientos de detrás y la cesta de pícnic y las bebidas vayan delante, conmigo – me explica Jacobo que está un poco obsesionado con la comida últimamente – y así mi amigo puede dormir un poco en la parte trasera, ya que anoche no durmió nada. Él no quiere incordiarte, sin embargo, yo opino que siempre será más cómodo apoyarse en ti que en una cesta de pícnic y, además, en la parte donde van los pies, detrás, no cabe la nevera con las bebidas y delante sí.

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