Enciende una luz y déjala brillar...

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No tenía ninguna buena excusa que inventar cuando Nanaba apareció en la cafetería una semana después con una invitación a una prestigiosa gala.

"No puedo salir a la calle con este aspecto."

Hange intenta sonar como si se pusiera firme, pero cree que sólo puede parecer petulante.

"No seas ridícula. A donde vamos, este vestido es discreto", le dice Nanaba, entregándole un vestido plateado. "¡Tienes una figura tan bonita! Quita esa mirada de tu cara, Hans."

La histeria burbujeante parece ser una sensación permanente cuando se está en presencia de Nanaba, y por mucho que Hange quiera abrazarla, está empezando a preguntarse si en realidad es perjudicial para su salud.

"Parezco una bola de discoteca," se queja Hange.

"Lo sé," suspira Nanaba con admiración.

"¡Eso no es bueno!"

"¡Lo es! Vas a llamar la atención de todo el mundo."

"Sí, y los dejará ciegos."

"¡No seas absurda! No mantienen las luces tan altas en este tipo de eventos. Ahora, vamos a terminar de prepararte que vamos a llegar tarde".

El reloj, en el que brilla el oro a la luz del sol poniente, señala las siete y media.

"Ya estamos tarde," señala Hange después de que Nana termina de maquillarse.

"Sí, y a la moda. Un poco más tarde y es de mala educación."


* * * * *


De camino a la gala, la ansiedad de Zoë crece como un globo, llenando su pecho y dificultando la respiración. Si no fuera por la constante presión de la mano de Nanaba alrededor de su muñeca, le preocupaba que pudiera salir flotando.

"Parece que vas a enfermar," se inquieta Nanaba, pasándole una botella de agua.

"Me siento como si pudiera."

El coche se detiene antes de que ninguno de sus temores salga a la luz. Nanaba es ayudada por Gunther a salir del coche y entra en escena con facilidad y gracia. En comparación, Hange se siente caer del coche y trata de disimular su vergüenza agachando la cabeza y evitando todo contacto con los que les rodean.

Y sin embargo, sus ojos la encuentran de todos modos.

Las lentejuelas plateadas del vestido se tornan púrpura por los vivos colores de la puesta de sol, que incluso Hange puede admitir que su asombro merece la pena, aunque sólo sea por el vestido. Se siente como un trapo húmedo sostenido por los diamantes.

"Deja de poner esa cara, estás arrugando el maquillaje."

"Hay tanto que aprender que nunca lo entenderé a tiempo," suelta la de lentes, mirando a su alrededor. "Nanaba, esto fue una idea tan tonta. Yo- podría arreglármelas sólo con mis trabajos. Sólo necesito tomarme unos años de descanso, y tendré más tiempo para hacer turnos más largos y-"

Nanaba toma el monólogo de Hange y lo corta en pedazos. Antes de que la morena se dé cuenta de lo que está pasando, la arrastra hacia un lado, lejos de las miradas indiscretas, y la obliga a mirarla directamente.

"Escúchame, Hange, y escucha con atención. Hay mucha autoconversación negativa. Sé que esto es una competición, pero deja de compararte con todos los que conoces," dijo Nana, mientras la sujetaba por los hombros.

Hange la miraba, algo impactada, mientras la rubia continúa con su regaño.

"Eres buena, tienes una oportunidad, y tienes algo que muchas de estas chicas, incluida yo, no tienen. El empuje. Muchas de estas chicas están aquí por capricho de sus padres, o por mendigar un poco de experiencia, y las que lo hacen para ganar, a menudo se destrozan a sí mismas en su camino. Así que, deja de ser tan negativa. Yo creo en ti."

Gloria SupremaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora