Lo que es para ti...

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"Oh Dios, no puedo hacer esto."

Es el día de la inscripción para el concurso y Hange, frente al edificio, no puede evitar pensar que puede haber calculado mal lo difícil que va a ser esto. No se había dado cuenta de que era la primera etapa para mostrar lo que tenía que aportar.

Y, piensa Hange con un corazón que se hunde rápidamente, puede que sea la única.

Al entrar, se da cuenta que es casi exactamente igual que en la página web. Hay chicas por todas partes con sus hermosos vestidos, aunque estos son mucho menos grandiosos. Los vestidos con los que han llegado son elegantes pero discretos; colores apagados con tacones respetables. Nada especial, pero comparado con la combinación de vaqueros y camiseta de Hange, empieza a pensar que esto ha sido una idea terrible.

Pero, extrañamente, sus pies están pegados a la alfombra. Incluso cuando su mente la llena de miedo por la vergüenza que se avecina, es incapaz de renunciar a esta última oportunidad. Está segura de que es el destino el que la bombardea con esos carteles. Es una señal de que sus sueños aún pueden hacerse realidad.

"Dios mío, ¿quién es la friki de la camiseta?"

Levantando la vista de sus zapatillas, Hange busca al interlocutor, pero descubre que nadie la mira. Pero, de repente, el susurro se siente mucho más dirigido, y escucha fragmentos de conversaciones.

"Tiene el pelo sucio."

"¿Vaqueros rotos?"

"Debe ser la empleada."

"Ella no tiene ninguna posibilidad."

Y Hange decide que, en realidad, todo esto fue una idea terrible, el momento de dar la vuelta e ir directamente a casa-

"¿Hange? ¡Oh, Dios mío, eres tú! ¡Hange!"

Es como chocar con una pared de ladrillos. Cuando Hange sale de la fila y se dirige hacia la puerta, se da de bruces con el pecho de alguien y es sujetada por un par de brazos delgados pero fuertes.

Y el cuerpo contra el que está abrazada huele a algo familiar. Huele a la esquina de la biblioteca de la escuela secundaria y a demasiado coco.

"¿Nanaba?"

"¡En una pieza!" Nanaba cacarea, llamando la atención de varios pares de ojos muy maquillados. "Cielos, este es el último lugar donde esperaría encontrarte. ¿No que eras alérgica a la purpurina?"

"No soy alérgica", protesta Hange, trabajando para desenredarse de las largas extremidades de su vieja amiga. "Sólo, fuertemente aversiva."

La risa que ofrece Nanaba es tan familiar como su olor, y Hange, a pesar del estrés de la situación y de su vergüenza por pensar que podría competir, sonríe.

"¿Qué diablos hace una chica como tú en un lugar como éste, Hansi? Si la última vez que te vi, estabas acurrucada en tu sudadera y leyendo tu libro de química."

Hange se siente de repente muy consciente del peso que lleva en los brazos y trata de echárselo a la espalda, pero el brillo de los ojos de Nanaba cuando lo ve demuestra el fracaso.

"Tú nunca cambias. Eso me reconforta," murmulla Hange, ajustando sus lentes.

La energía maníaca de Nanaba es contagiosa, y aunque no ha tenido espacio para añadir una palabra, Hange no puede borrar la sonrisa de su rostro.

"Así que, Hangey Pangey, pudín y pastel, ¿qué haces aquí? Por casualidad no te estarás apuntando en un concurso de belleza, ¿verdad?"

Más ojos curiosos se posan en la extraordinaria pareja. Hange, con sus vaqueros ultra-casuales y su camiseta, y luego estaba Nanaba con un vestido marrón de corteza de árbol hasta la rodilla. Sus tacones dan definición a sus pantorrillas, y su cabello rubio enmarca un rostro color melocotón. Estaba perfecta y Hange piensa que se va a quedar deprimida en su habitación escuchando música a todo volumen.

Gloria SupremaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora