DOS REINOS / VKOOK /

Prólogo.

Hace mucho, mucho, tiempo; había una vez un reino unificado que constaba de omegas, betas y alfas, que vivían en armonía y paz.

La familia real era pura, amable y buenas personas con sus súbditos. Desde toda la vida, se leía dentro de las páginas viejas de los libros la sin igual historia entre un omega puro, único en su especie y un alfa dominante, como el cliché que fue, se enamoraron y formaron el Reino del todo.

Había una singularidad en la familia real que los hacía especial, y es que, al pasar los años el omega puro y el alfa dominante tenían hijos de aquellos mismos géneros, y no importaba si sus hijos se enamoraban de betas, omegas normales o simples alfas, gracias a sus genes mantenían la generación real pura.

Como cuenta la historia, hubieron disturbios en la primera generación de la familia real. Se disputó el derecho al trono entre dos hermanos alfas dominantes y un omega puro.

Hubo una gran rivalidad entre los hermanos, ya que los tres querían tener el derecho al poder. Su padre, el primer gobernante que tuvo el reino y alfa dominante creó una ardua prueba para los hermanos.

El omega en clara desventaja por su condición física y aunque fuese más fuerte que los omegas normales aún así estaba frustrado debido a su clara inferioridad contra dos alfas dominantes.

Entonces, tragándose su orgullo negó su derecho al trono, dejando a sus dos hermanos peleando como perros y gatos. Le costó mucho aceptarlo y retirarse, pero, el omega no era estúpido, sabía que si seguía compitiendo en contra de sus hermanos saldría de alguna forma perdiendo.

Luego de eso, dolido, harto de las peleas constantes, el hablar de su padre menospreciandolo por haber negado su derecho al trono, el llanto de su madre viendo a sus hijos pelear una y otra vez y frustrado consigo mismo abandonó el castillo de forma silenciosa y repentina.

Absolutamente nadie sabía dónde se encontraba, su madre omega lloró y lloró aún más por la perdida de uno de sus cachorros, hizo de todo para encontrarlo y aún así fue inútil. Enfermó y con el tiempo sus células infectadas de depresión y un lazo roto con su hijo menor, la llevaron a la muerte.

Otra cosa que tenían los lazos entre un omega puro y un alfa dominante era que cuando el alfa marcaba al omega inmediatamente sus vidas independientes se convertían en una, sus almas se unían de por vida y se amaban por completo todos los años que pasaban juntos prometiéndose encontrarse en su siguiente vida.

Era la definición de amor en su más grande esplendor.

Esa misma pasión con la que amaban a sus parejas también lo hacían con sus hijos aún más de parte del omega ya que éstos creaban un lazo incluso más fuerte que con sus alfas, y la reina no fue la excepción.

Siguiendo la historia, el Rey, cuando murió su omega, destrozado y con un lazo roto, no tardó en seguirle a la tumba a su destinada y antes de morir nombró a su hijo alfa dominante mayor como el sucesor sin si quiera darle importancia a la estúpida prueba que había creado que no se había culminado.

Luego de aquello, el hermano del medio decepcionado y lleno de rencor se tragó todos sus reclamos y con la frente en alto aceptó la decisión de su padre.

El omega puro cuando escapó su única opción para que no le hallasen era esconderse entre los viejos callejones y vías subterráneas que yacían abandonadas. Paso una considerable cantidad de tiempo deambulando por aquellas vías como un roedor, sin embargo, ganaba su valentía y decisión firme para que no lo encontraran y lo arrastren nuevamente al castillo.

Mientras tanto, cuando decidió dejar de esconderse y empezar a pensar que haría con su vida, se dedicó a conocer su pueblo y rehacer desde cero todo, al principio fue difícil, claro, pero pudo conseguir un pequeño trabajo de vendedor de frutos en un mercado alejado del palacio. Lloró mucho aquella tarde cuando las personas que gritaban las noticias en las esquinas de las calles se enteró por sus bocas de la muerte de sus padres pero aún así se negó a volver.