Capítulo I: "Salvarte"

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Todo su ser era consumido por sed de venganza, que lo hacía arrebatar las vidas de los soldados enemigos sin fallar en un ningún momento. En sus ojos no había nada más que un oscuro vacío, como el precipicio con camino directo a la muerte. No había razonamiento alguno en su accionar, sólo disparaba cual máquina mortal hasta ver por fin al responsable de todo su dolor caer rendido e inerte. Sin embargo, ahí lo tenía, resistiendo a las balas junto a una sonrisa burlesca dibujada en ese arruinado rostro de hombre mayor.

Sentía que ya no podía más. Sentía que su próxima muerte sería en vano. Sentía las miradas de aquellos queridos niños observarlo fracasar. Sentía sus armas livianas, pues ya le quedaban pocas balas. Sentía la sangre salir de su cuerpo y dolía, dolía igual que el infierno en el que estaba viviendo.

—Te estás muriendo, Sakunosuke Oda.— Oyó su contrario decir. Su tono de voz parecía reírse de él. —Como una rosa sin agua.

Antes de que emitiera otra palabra más, el pelirrojo afirmó su cuerpo a pesar de las pocas fuerzas que le quedaban y le apuntó con la única arma que poseía la última bala. Observó al mayor adoptar la misma posición, listo para volver a disparar de igual forma.

—Si moriré justo ahora, de lo único que me arrepiento es no despedirme de la única persona que vale la pena.— Le comentó. —A quien de verdad pude considerar mi amigo, que con su excéntrica forma de ser logró incluso robarme el corazón.

—¿Pudiste decirle que lo amas?

—No.— Hizo una pausa, para luego volver a hablar. —Pero me voy sabiendo que al menos a él sí logré protegerlo de ti.

—Qué conmovedor.

Dos disparos se podrían haber escuchado al unísono por todo el lugar, acabando uno con el otro, más no pasó así. Unos cuantos pasos aproximarse interrumpieron la escena: varios hombres de traje negros se hicieron presente, armados hasta los huesos. Ellos le abrieron paso al menor vendado, que avanzaba hacia adelante con su ceño fruncido por el enojo y su revolver apuntando directo al jefe de Mimic.

—Esta no es pelea tuya, Dazai.— Dijo el recadero entonces, sin siquiera voltearse a observarlo. Mantenía la mirada fija en su contrincante, atento a cualquier movimiento. —Vete.

—Estás a punto de desplomarte en el suelo, Odasaku.

—Dazai...

—Cállate.— Le ordenó duramente. —No te voy a dejar morir, ¿Me oíste?

Así como frunció el ceño, Sakunosuke abrió sus ojos como grandes platos al presenciar en sus visiones futurísticas la bala penetrándose en el estómago del castaño. Y corrió. Corrió con la misma desesperación que lo invadió cuando vio a sus niños en esa camioneta, queriendo esta vez ser el escudo protector que no pudo anteriormente. Sin embargo, Osamu lo apartó con rapidez para así recibir el disparo.

—¡Dazai!

Entre sus ropas, el chaleco blindado se asomaba en forma de burla. Esa fue la última bala del soldado. Sonrió satisfecho. El plan improvisado, que había pensado antes de ingresar al lugar, dio sus resultados. Su mirada estremeció a todos los presentes, incluido a Gide.

—La muerte me odia.— Mencionó con frialdad. —Ni yo, ni nadie puede matarme. Acabas de desperdiciar tu última bala.

—¿Crees que moriré por escasear de defensa de armamentos?— Preguntó el mayor con un aura orgullosa. No obstante, su cuerpo se mantenía inmóvil y sin responder como era debido. —¿Eh?

—Tus heridas son tan profundas que tu cuerpo te pasa factura, liberando la sangre y debilitando toda tu fuerza motriz.— Pese a la situación, el ejecutivo explicaba como si de una clase se tratase. Estaba siendo la distracción que Oda necesitaba a su favor. —A este punto, sólo morirás desangrado.

OTHERWISE | Odazai AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora