Mis ojos felinos contemplaban los cuerpos fallecidos en una tierra de guerra por el poder. Ansiaba por fin descubrir aquel mito del espíritu samurái para enfrentarlo. Una pobre niña inocente, agonizaba sosteniendo entre sus brazos a su madre muerta de su propia espada de batalla clavada en su pecho. —¡Nunca seré perdonado por todas las vidas que alguna vez elimine! —. Exclame con mi voz temblorosa y lágrimas en mis mejillas.
—Me arrebataste lo único que apreciaba en esta vida—. Grito ella sin dejar de llorar. —Lo siento pequeña, yo también peleo por mi familia—. Recordando a mi esposa e hijo.
Una fuerte brisa surgió entre nosotros dos, mis ojos vieron algo que nunca olvidare.
Espíritus entre los muertos se unieron fortificando así la fe de la pequeña niña, con sus dos manos desenterró la espada clavada del pecho de su madre, convirtiéndose en el abanico mítico, otorgándole al fin el poder que tanto anhelaba esperar. Mi instinto felino me había advertido en usar todo mi poder. Aquel anillo mágico que poseía en mi dedo anular lo presione con todas mis fuerzas, convirtiéndome así en la bestia de cuatro patas. Mi momento había llegado para luchar por fin contra el ultimo espíritu samurái. El Espíritu....
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