Tripulación Galileo

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Es hermosamente aterrador admirar a través de la ventana ese planeta tan misterioso, mas que todo por su grandes anillos que lo rodean. La desventaja de vivir en una nave que ambula entre los satélites del gran planeta gigante, es nunca saber cuando es de día y cuando es de noche. No me queda de otra que acostarme en la cama de mi diminuto dormitorio y cerrar los ojos.

Es en ese momento donde comienzo apreciar el cielo azul y las aves volar, los arboles, y por supuesto la civilización.

A la hora de dormir siempre sueño con lo mismo, levantarme temprano, alistarme para ir al trabajo, ya sea lavar los trastes, terminar mi jornada y llegar a casa exhausto, que mi dóberman me este esperando con ansias y mi esposa con la comida hecha.

Siempre que llega el momento de tomar asiento y disfrutar de la cena con mi amada, aquella maldita alarma chillona y luz cálida parpadeante empotrada en el techo de mi dormitorio me despierta interrumpiendo mi sueño.

No me queda de otra que despertar y saber que mis sueños solo son productos de mi imaginación. Solo soy un prisionero con cadena perpetua reclutado por la Aviación Militar Astronómica, acepte formar parte de la Tripulación Galileo para que disminuyeran mi sentencia a cambio de trabajar para ellos con el mantenimiento de la nave.

Por supuesto que estoy siendo vigilado las veinticuatro horas. Cada segundo que pasa, me arrepiento de haber aceptado trabajar para ellos, y por supuesto de todo los crímenes que cometí en la tierra.

Antes de comenzar mi jornada, vuelvo a posar frente a la ventana para ver una vez mas el gran planeta Saturno. Rogando que sea el ultimo día que lo vuelva a ver. 

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