10. Yo nunca

94 22 137
                                    

―¡Por las noches locas!

El cristal de las copas resuena cuando las hacemos chocar en el brindis. Parte del líquido cae sobre nuestras manos pero ninguno le da importancia y los cinco bebemos con entusiasmo.

El licor quema mi garganta, produciendo ese cosquilleo desagrable pero adictivo. Es el tercer chupito de la noche y, aunque el plan era irme pronto, he decidido quedarme a una segunda ronda. Hasta ahora no me había dado cuenta de todo el estrés que había acumulado, ni de lo mucho que necesitaba desconectar. Creo que merezco un descanso un pelín más largo.

Ponerme al día con la pandilla, cotillear sobre la reciente novia de Nuer y contar a Kasem viejas batallitas, está resultando más eficaz que un masaje en el spa más exclusivo de la ciudad. Mi compañero de reparto ha congeniado con el grupo sin problemas y parece que también está disfrutando del encuentro.

Lleva el pelo recogido en una coleta alta y ha optado por vestir vaquero oscuro, camiseta básica blanca y una chaqueta fina de estilo moderno. Es un look informal, pero con estilo, que combina a la perfección con su característica sonrisa pícara y esa mirada brillante que me encanta.

Me gusta esta faceta suya. En el trabajo siempre lleva trajes y maquillaje, debido al status del personaje que encarna, por lo que nunca tuve ocasión de ver su lado más natural.

―¡Propongo algo! ―exclama Kim. Nos mira uno por uno, dándose importancia―. ¡Juguemos a "Yo nunca"!

Nuer y Diao ríen.

―¿En serio? ―dice el primero.

―Será divertido; y hace tiempo que no jugamos.

―Es un reto de críos, por eso dejamos de hacerlo.

Kim le da un codazo, levantando la ceja.

―¿Acaso no quieres que nos enteremos de algo? De lo que haces por la noche con tu querida Jane, por ejemplo.

El aludido se sonroja y todos reímos.

―Venga va ―interviene Diao―, nos echaremos unas risas.

―¿Cómo se juega? ―pregunta Kasem. Mi amigo Kim toma la palabra.

―Es sencillo. Cada uno dirá una frase, cuánto más atrevida mejor. Si alguna vez has hecho lo que la otra persona dijo, tienes que dar un trago. Si nunca lo has hecho, te quedas sin beber. La gracia es ser honesto: para compartir vivencias y, también, porque si alguien descubre que has mentido habrá castigo.

―¿Castigo?

―Un reto ―aclara Diao―. Es una tradición de nuestro grupo. La última vez Kim tuvo que declarar su amor por una chica en medio del bar. Recuérdame que luego te enseñe el vídeo.

Todos reímos al recordarlo, incluso el protagonista de la historia.

―Vale, empiezo yo ―Nuer adopta una expresión seria―. Yo nunca... he robado nada.

Kim, Diao y yo bebemos.

―¿En serio, Chai? ―Nuer levanta las cejas―. De estos dos no me sorprende pero, ¿tú?

―¡Eh! ―exclaman a la vez los acusados, fingiendo indignación. Yo me encojo de hombros.

―Era un crío ―aclaro―. Entré a la tienda de gominolas pero no me llegaba para mi favorita. Cogí otras más baratas para despistar y metí en el bolsillo la que quería sin que me vieran. Al día siguiente me sentía tan culpable que confesé. Mi madre me llevó a la tienda de la oreja para que me disculpara.

El resto ríen. Es el turno de Kim.

―Yo nunca... he copiado en un examen.

Excepto Kasem, todos damos un trago intentando contener, sin éxito, una carcajada.

Luces, cámara y... ¡amor! (LGBT+)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora