5. Buena genética

133 31 192
                                    

La sopa sale disparada de boca de mi padre, esparciéndose por la mesa y salpicándome en la cara.

―¿¡Qué, qué!? ―repite, tosiendo y golpeándose en el pecho.

Mi madre, a mi izquierda, está congelada; con la cuchara a medio camino del rostro y mirándome sin parpadear.

―Pues eso ―continuo explicando mientras me limpio con una servilleta―, que me han contratado como actor.

La expresión de mi padre va cambiando de la incredulidad a la desconfianza mientras que su esposa permanece inalterable como si hubiera sido petrificada por Medusa.

Estamos cenando y aproveché el momento para darles la noticia. Supongo que las reacciones eran las que esperaba. Mi padre consigue recuperar el aliento .

―¿Es una broma? ―pregunta, todavía tiene la voz ronca.

Niego con la cabeza.

―Ya he firmado. El propio director estuvo de acuerdo.

Los ojos de ambos se agrandan desmesuradamente.

―¡Malee! ¡Tu hijo ha perdido el juicio! Qué ya ha firmado dice ¡Está loco!

―Bueno, de momento es algo así como un "precontrato" ―puntualizo―. Primero debo superar un curso intensivo de un mes y después el periodo de prueba con el resto de actores. Si los instructores dan el visto bueno a mi trabajo, firmaré el documento oficial; justo antes del comienzo del rodaje.

―¿Un curso? ―mi padre se lleva las manos a la cabeza― ¿Qué clase de curso?

―De interpretación, claro.

―Ya... y supongo que habrá que pagarlo.

―Sí, bueno, no exactamente. La empresa hace la inversión como parte del presupuesto así que pago la matrícula y solo abonaría el resto si suspendo.

―¡Lo sabía! ―exclama, golpeando la mesa con una mano y esgrimiendo la cuchara frente a mi cara con la otra―. ¡Es una estafa! Te engañan con hacerte famoso, luego te dicen que no vales y nos hacen perder un montón de dinero. ¿Es que tienes la cabeza llena de serrín?

―No es ningún timo, papá. Es una empresa seria y revisé bien todos los papeles. Incluso participé en la presentación oficial ante la prensa.

―¿Una empresa seria? ¡Pero si no tienes ni idea de actuar! Deben estar tan locos como tú para contratarte.

―¡Narong Suwang! ―mi madre por fin ha regresado de su estado de petrificación, sobresaltándonos―. ¿¡Cómo puedes cuestionar tan a la ligera el talento de nuestro hijo!?

―Lo que cuestiono es la cordura de todo este asunto ―replica el acusado―. ¡Pero si eres recepcionista a media jornada! ¿Qué fiebre te ha dado?

―Bueno... ya que has sacado el tema del hotel... ―aprieto la servilleta sin darme cuenta mientras un sudor frío me recorre la espalda―. Voy a renunciar para poder centrarme en la formación.

Puedo distinguir claramente las distintas tonalidades de rojo que va adquiriendo el rostro de mi padre antes de explotar.

―¡Matarme! ―grita poniéndose de pie―. ¡Tú te has propuesto matarme de un infarto! ―Se abalanza sobre mí, inclinándose encima de la mesa aparatosamente―. ¡Pero te aseguro que yo voy a matarte primero!

Intento zafarme pero la rabia parece haberle dado súper velocidad. Me sujeta por los hombros y comienza a zarandearme. Iniciamos un forcejeo que, a ojos de un extraño, podría ser la escena de una película cómica.

―¡Basta! ―la orden de mi madre resuena implacable y ambos nos detenemos al instante, obedeciendo con más rapidez que una centella cruzando el firmamento―.¡Parad los dos!

Nos sentamos sin rechistar. Nuestra interlocutora tiene las aletas de la nariz muy abiertas y las mejillas encendidas pero, lo que realmente da miedo, es la mirada asesina con la que parece traspasarnos.

―Deja de ser tan dramático ―recrimina a su marido―. Puede que sea joven pero nuestro hijo es responsable y ha tomado una decisión que quiere compartir en familia. Deberías escuchar, en lugar de montar una escena.

―Lo siento cariño, yo...

―Y en cuanto a ti... ―interrumpe, apuntándome con el dedo―, ¿estás totalmente seguro de querer dar este paso?

―Lo estoy ―confirmo―. Es una oportunidad única y no quiero dejarla escapar. Sé que puedo hacerlo, pienso esforzarme al máximo.

―En ese caso, tienes el apoyo de tus padres, ¿no es así, querido? ―clava los iris en su marido con tanta intensidad que aseguraría estar viendo rayos láser.

―Por supuesto amor ―responde el sentenciado mientras traga saliva―. Solo estaba siendo precavido.

―Pues ya está todo hablado ―concluye la autonombrada jueza―. Terminaremos de cenar, volverás a contarnos todo con detalle y revisaremos el contrato.

Entonces me mira y su semblante se transforma: la sargento impasible que puso orden segundos atrás es poseída por una colegiala.

―¡Ahhhhh! -grita de manera estridente mientras agita las manos exageradamente-. ¡Mi pequeño! ¡Un actor!

Se levanta, de golpe, haciendo que mi padre y yo demos un respingo por el susto.

―¡Ahhhhh! ―continúa gritando. Empieza a caminar dando saltitos sin dejar de mover las manos-. Verás cuando lo cuente mañana en el club de lectura, ¡y a las vecinas! Mi hijo... ¡una estrella! ¡Y trabajando con el guapísimo Patana!

Me sujeta de las mejillas sin previo aviso como si fuera una abuela haciendo carantoñas a su nieto.

―¡Si es que mírate! ―dice, girándome la cabeza de un lado a otro―. Has heredado toda mi belleza y mi talento. ¡Cualquier director se habría enamorado!

―¡Eh! ―se queja mi padre―. Ni que lo hubieras hecho tú sola. Yo también tengo buena genética... ―farfulla, enfurruñado como un niño sin su piruleta.



Imagina que eres tú quien da esa noticia en casa, ¿cómo habrían reaccionado tus padres? En mi caso sería mi madre la que intentaría ahogarme 😂

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Imagina que eres tú quien da esa noticia en casa, ¿cómo habrían reaccionado tus padres? En mi caso sería mi madre la que intentaría ahogarme 😂

¿Te animas a comentar o a dejar tu voto? Me ayudas mucho si lo haces ♥️

Luces, cámara y... ¡amor! (LGBT+)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora